En la Tierra a viernes, diciembre 19, 2025

José Miguel de Vicente, tesorero de la Fundación Mundo Bipolar

‘Cuando te diagnostican la enfermedad tienes una triple aniquilación: social, familiar y personal, lo que resulta muy doloroso’.

A continuación te ofrecemos una entrevista con Joé Miguel de Vicente, tesorero de la Fundación Mundo Bipolar y que padece hace siete años la enfermedad, cuando cumplía los 53 años. Conoce su testonio.

 

¿Cuándo detectaste que lo podías padecer?

En la enfermedad bipolar te pueden ocurrir dos cosas: o una depresión, que te sume en un estado de tristeza o una manía, que te lleva a una absoluta euforia. Cuando te da la depresión, generalmente no pasa nada. Tú estás sufriendo, pero la gente no se entera. En cambio, cuando te da la manía, es muy llamativo, todos los que están alrededor se dan cuenta. Te vuelves irritable, no admites que te lleven la contraria, te crees Dios, que tienes razón en todo lo que dices, te pones en una actitud un poco rara. Entonces la gente que tienes alrededor, los amigos, la familia… se pregunta lo que te pasa. A mi me ocurrió como le pasa a todo el mundo, que cuando me dio una manía tuve que ir al psiquiatra. 

 

¿Qué efectos tuvo el trastorno bipolar sobre el entorno familiar y laboral?

No es que la enfermedad tuviera efecto sobre esos entornos, sino que fue al revés. Yo estaba en paro, se me había acabado el subsidio, casado, con cuatro hijos estudiando, y no tenía dinero ni para comer. Llegó un momento en que o me daban losna o no podía vivir. Y ante una situación límite de este tipo, la gente que tiene la enfermedad bipolar puede reaccionar de dos maneras: una, que se hunda en la tristeza, o que sienta euforia; es un poco extraño que ante una situación de este tipo la mente se ponga eufórica, pero así funciona.

 

¿Entonces la enfermedad se manifestó en una situación límite?

Es posible que, pensándolo, en el pasado hubiera hecho cosas que no eran muy ortodoxas. Lo que pasa es que, de alguna manera, todos estamos tristes o todos estamos alegres. ¿Cuándo llega el momento en que esa alegría o esa tristeza dejan de ser normales y entran en el terreno de lo patológico? Ese es un instante que en algún momento pasas claramente y es entonces cuando caes en la enfermedad.

 

¿Cómo valora los resultados obtenidos con el tratamiento y los medicamentos?

Esta es una enfermedad que en la actualidad se controla perfectamente con medicamentos. Aunque desgracia conozco el caso de algunas personas que tienen que ser continuamente hospitalizadas, esto no es lo normal. Además, la medicación ha mejorado mucho desde hace siete años hasta ahora. Hace siete años, ejemplo, las euforias las curaban con un medicamento llamado Haroperidol, una especie de camisa de fuerza química que te dejaba destrozado.

 

¿Y ahora?

Este tipo de medicamentos ya ha sido sustituido otro que no tiene efectos secundarios. Están continuamente mejorando e investigando. El esquema de esta enfermedad es muy sple: si tienes depresión, te tomas antidepresivos; si tienes euforia, te tomas un antieufórico. Si estas normal, que suele ser la mayor parte del tiempo, al menos en mi caso, hay una medicación de manteniento, que logra mitigar los efectos si un día te da una depresión o una manía. La mayoría de la gente toma Litio, aunque yo prefiero un derivado del Ácido Valproico que tiene menos efectos secundarios. 

 

¿Cuál es una de las condiciones para que el individuo afronte el trastorno bipolar?

Lo prero, es fundamental aceptar la enfermedad. Hay mucha gente que no la acepta y a partir de ahí se organizan unos líos horrorosos. Se rompen familias, se producen divorcios, surgen problemas con las drogas… Por eso es fundamental aceptar la enfermedad, conocerla, y tratarse. Si tomas la medicación y estas en manos de un buen psiquiatra, al menos en mi caso, no hay problema.

 

Entonces ¿Si tomas la medicación y te sometes al tratamiento adecuado se puede llevar una vida completamente normal?

Esta enfermedad es muy problemática que te produce tres efectos nefastos: prero, laboralmente te anula; yo tengo dos carreras, soy doctor ingeniero y abogado y he trabajado treinta años en la industria con diversos cargos, incluido directivo. Como alguien acuda a encontrar trabajo diciendo que tiene una enfermedad mental, no lo van a aceptar en ningún puesto. Segundo, dentro de tu familia estabas jugando un rol de jefe de la familia que eres el que lleva el sueldo a casa, con una responsabilidad sobre tus hijos… En el momento en que te diagnostican la enfermedad, entras a ser un enfermo del que tiene que encargarse la familia. Y tercero, a nivel personal ves que tu mente no rige, y de ese modo piensas que como persona no eres nadie. Tienes la triple aniquilación social, familiar y personal, lo que resulta absolutamente doloroso.

 

¿Cómo valora la reacción de la sociedad y la información que se tiene?

En la cuestión de la información, que es esencial, se ha producido un salto cultural tremendo. Hace ocho años la gente acudía al psiquiatra, le explicaba los síntomas y el psiquiatra se litaba a recetarle unas pastillas, sin notificarle nada. En la actualidad es distinto, ha cambiado totalmente. Ahora te explican lo que tienes, existe la posibilidad de puntos de encuentro, como la Fundación, donde conoces gente que tiene el mismo problema. Además, la cuestión afecta también a la familia, a las que les viene muy bien hablar con otras personas afectadas. La información es esencial. Por eso hacer un foro como el de la página Bipolar Web, es algo que la gente agradece mucho.

 

¿Qué iniciativas podrían tomarse para favorecer el tratamiento del trastorno?

La línea número uno es la investigación científicomédica, que todavía no se sabe si la enfermedad es genética, si procede de un virus… No saben de donde viene. El esfuerzo que yo haría si tuviera los recursos sería hacia conocer eso. Después, los dedicaría a las familias que tienen enfermos bipolares. Mi caso es muy raro, que después de haber estado siete años jubilado, resulta que estoy trabajando otra vez, en algo que me gusta mucho, que me hace feliz. Pero eso es raríso. Hay un problema muy grande que es el de una familia que ha tenido un hijo bipolar que no puede trabajar. Mientras los padres vivan, no hay problema, pero cuando se mueran ¿qué ocurre entonces?

 

¿Y qué otros problemas?

Otro problema enorme ocurrió una mala interpretación de las palabras de un psiquiatra italiano que los políticos entendieron como que había que cerrar los psiquiatricos. Como de ese modo además se ahorraban una gran cantidad de dinero y consideraban que era indigno tener a los enfermos en un manicomio, los cerraron todos. Después de eso ¿qué pasa con los enfermos mentales? El 90% de los mendigos que están en los semáforos de Madrid son enfermos mentales que deberían estar acogidos en alguna institución. Eso no es justo. Hay que dedicar medios a la acogida de estas personas. Que tengan un lugar digno y alentos, no que se encuentren en medio de la calle. Eso también resolvería los problemas de las familias que tienen un hijo con una enfermedad mental que no saben qué va a ocurrir con él cuando ellos no estén.

 

¿Y en cuánto a los medios?

En cuanto a medios, hay muchas cosas que se podrían mejorar. Si vas a un psiquiatra privado, la consulta dura una hora; en cambio, en la Seguridad Social, el enfermo dispone de cinco minutos. Los psiquiatras de la Seguridad Social hacen lo que pueden, pero en cinco minutos no se puede entrar en el diálogo con el paciente para un correcto tratamiento. La gente que no tiene recursos se encuentra muy falta de atención. Aparte, a título de anécdota, yo comenté en la presentación de la Fundación una reivindicación personal: todos los discapacitados pueden hacer Olpiadas Paraolímpicas y el dete que quieran menos los de enfermedad mental. Es cierto que yo puedo jugar al fútbol y practicar cualquier dete, pero hay uno que no puedo en condiciones de igualdad con los demás, y que es el que me gusta a mí: el ajedrez.

 

¿Y cómo te va?

Yo estoy jugando en la liga madrileña como un jugador normal con otros jugadores que están sanos, y conozco a otros bipolares que como yo están haciendo lo mismo, pero estamos en desventaja. Nuestro cerebro no funciona igual, nuestra capacidad de concentración no es la misma. Nosotros necesitaríamos lo menos un club en Madrid, donde los domingos pudiéramos juntarnos doce personas para jugar al ajedrez. En la Comunidad de Madrid no existe un club de ajedrez para personas con discapacidad mental. En cualquier caso, esto es anecdótico. El problema está en todo lo que conté antes.

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