En la Tierra a jueves, diciembre 18, 2025

Los comerciantes romanos tratan de salvar el curso

Los cerca de dos millones de turistas que han llegado a Roma a despedir al Papa han sido la mejor excusa para que el comercio y la mercantilización del deceso de Juan Pablo II se desataran. Las informaciones llegadas desde Roma hablan de fotos del cadáver del Papa que se venden cuatro euros y menús que costaban seis o siete euros se han disparado sobre los quince o veinte euros. Lamentable, ya que éste es un momento para la oración de los católicos y no para que los comerciantes tripliquen sus precios para sacar la máxa ganancia posible.

Los cerca de dos millones de turistas que han llegado a Roma a despedir al Papa han sido la mejor excusa para que el comercio y la mercantilización del deceso de Juan Pablo II se desataran. Las informaciones llegadas desde Roma hablan de fotos del cadáver del Papa que se venden cuatro euros y menús que costaban seis o  siete euros se han disparado sobre los quince o veinte euros. Lamentable, ya que éste es un momento para la oración de los católicos y no para que los comerciantes tripliquen sus precios para sacar la máxa ganancia posible.

Fotos de escasa calidad con el cadáver del Papa a cuatro euros, menús de pastas a veinte euros, fotografías del Papa en su juventud a cinco euros. No, no estamos en un comercial de una conocida tarjeta de crédito, sino que son las principales muestras de la mercantilización extrema en que se ha transformado la muerte, velatorio y entierro del Papa. Un negocio que los comerciantes romanos, establecidos y no establecidos han tratado de aprovechar al máxo con los dos millones de visitantes que han llegado a Roma para esta ocasión.  

Las informaciones indican que los objetos recordatorios como crucifijos, fotografías, calendarios, camisetas y gorros son los más demandados los visitantes. Y los precios se hacen sentir con la demanda ya que nadie pregunta los valores, sino que splemente requieren el objeto que están dispuestos a conseguir a cualquier precio.

Y los comerciantes se han aprovechando, poniendo precios desorbitados a sus productos. Mención aparte merece la comida y la restauración. El valor de los trozos de pizzas se ha duplicado en el centro de la ciudad y los botes de refrescos ya no se encuentran menos de tres o cuatro euros. Extrañamente a lo que se pudiera pensar los locales de comida se encuentran prácticamente vacíos, a pesar que la ciudad a triplicado su número habitual de turista. Los elevados precios son los principales culpables.

Lamentable, considerando que éste es un momento de recogiento y oración para los fieles católicos que han acudido a Roma a despedir al Papa y no una otunidad para que los comerciantes inescrupulosos intenten salvar el curso con precios desorbitados y abiertamente desprocionados con el servicio.

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