Las formas de intidación y de acoso dependen de edades y sexos. Desde mofas e insultos a amenazas o extorsiones a través de teléfonos móviles y correos electrónicos. Desde chantajes como pedir dinero a obligaciones de hacer los deberes al acosador o exigencias de regalos.
Las formas de intidación y de acoso dependen de edades y sexos. Desde mofas e insultos a amenazas o extorsiones a través de teléfonos móviles y correos electrónicos. Desde chantajes como pedir dinero a obligaciones de hacer los deberes al acosador o exigencias de regalos.
Los chicos están mucho más plicados que las chicas en agredir. Y un poquito más, también, en ser agredidos. Podríamos decir entonces que el bullying es un comtamiento activo y pasivo más masculino que femenino, aunque esta diferenciación pueda tildarse de machista.
Está demostrado que los varones suelen decantarse los ataques físicos (golpes, palizas, armas blancas, violencia sexual) y que se pavonean de sus “hazañas” mientras que las chicas son más sibilinas, más sutiles, y se inclinan descalificar a sus compañeras y aislarlas, camuflando así sus acosos.
Si la tipología de las agresiones es variada, sus consecuencias no lo son menos. Sobre todo que la violencia no solo la sufren los acosados. También los agresores, los testigos, los profesores, el personal no docente, los padres, las madres, los hermanos, los familiares… La sociedad entera.
Los acosados pueden padecer bloqueos emocionales e intelectuales y alteraciones de conducta y sociales que les pueden llevar a finales apocalípticos como el de Jokin. Sufrientos que no son transitorios y que pueden desafiar un desarrollo futuro normal. “El ojo morado no es el peor daño”. “El cardenal se va. Pero los acosados pueden ver minada su personalidad el resto de su vida”.
La conciencia de culpa y la vergüenza son también reacciones habituales en la vícta de la violencia. “Aunque los chicos que se encuentran en estas situaciones necesitan que alguien les escuche, tienen tendencia a no decir nada que sienten una vergüenza muy fuerte de lo que les está pasando, unida a una cierta culpabilidad. Piensan ‘si se meten conmigo, es que soy distinto a los demás, es que estoy haciendo algo mal, es que soy peor’. La vícta tiene tendencia a pensar que se lo merece”.
Los acosadores, a su vez, además de enfrentarse a un problema tan serio como es barajar la violencia como medio para conseguir cualquier fin, ven incrementados el riesgo de convertirse en víctas de su propia violencia y la probabilidad de delinquir en el futuro. “Ellos quieren contar su ‘hazaña’. Necesitan ser ‘los preros’ en algo, destacar en algo, sin pararse a pensar en lo que se está haciendo o diciendo. Sienten un ansia de protagonismo que les hace descontrolar”.
Y últo los testigos de la violencia pueden ver inhibida su capacidad de distinguir conductas positivas y negativas, aceptables o deleznables. “Los espectadores están o sufriendo o aprendiendo unas formas de relación que son negativas”.
Fuente: INJUVE










