En la Tierra a viernes, diciembre 12, 2025

La violación de Lucrecia, Eta y Zapatero

Julio Merino ha escrito un nuevo capítulo para la serie de PRNoticias "La historia se repite". Temas que nuevamente no dejarán indiferente a nadie ya que nos entrega algunas claves para comprender los problemas que llevan a nuestros políticos a enfrentarse. El tema vasco, Eta, Zapatero y Lucrecia tienen mucho que ver.

500 años antes de Cristo cayó la Monarquía y Roma se transformó en República. ¿Y saben ustedes qué, cuál fue la gota de agua que colmó la paciencia de los romanos?…

 

Según la Historia (y el gran William Shakespeare que escribió una de sus más bellas obras sobre el tema) la Monarquía cayó cuando Sexto Tarquino, el hijo del últo Rey, Tarquino el Soberbio, ultrajó y violó la fuerza y con nocturnidad a la sin par Lucrecia, la mujer del general Colatino, que acabó suicidándose ante testigos y la afrenta recibida. Pero, según la leyenda “La violación de Lucrecia” (así se titula la obra de Shakespeare sucedió de otro modo. Se dice que Sexto Tarquino se encaprichó y deseó a Lucrecia nada más verla prera vez y que desde ese momento quiso negociar con el marido Colatino la posibilidad de una cesión momentánea o definitiva de la bella mujer. Naturalmente el marido se opuso y quiso matar al que tal trato le proponía. Pero Sexto Tarquino no se arredró y para “ablandar” al marido se las compuso comprando servidores de la familia e incluso elinando con violencia a los más firmes opositores a aquella locura.

 

Y así pasó un tiempo. El marido luchando en defensa de su honor y el de su mujer, y el de su estirpe y su historia, y el “presunto” violador tratando de convencer, incluso, a su padre, el Rey, para que modificara las Leyes y fuera posible la posesión de Lucrecia. Sexto llegó a proponerle al marido un pacto y una negociación: “Vamos a discutir como gente de paz –le dijo el marido si es justo o no que yo desee a Lucrecia o aún más si ella desea o no acostarse conmigo”. “Jamás –respondió cien veces el general Colatino no hablaré contigo de nada si antes no juras ante los dioses y en público que renuncias a mi mujer”. “No –respondía el agresor prero hablemos y dialoguemos si yo tengo razón y méritos para poseer a Lucrecia… y luego ya veremos cuál es mi decisión”.

 

Al cabo de dos largos años viviendo este tira y afloja, el marido se “ablandó” ante tantas muertes y decidió sentarse a negociar con Sexto Tarquino la conveniencia o no de aceptar la violación de Lucrecia, que ya no sería violación ilegal, puesto que según la Ley reformada el marido tenía ese derecho de permitir o dirigir los actos de su mujer. Y los contendientes se sentaron a hablar y negociar. Sexto se salió con la suya y consiguió que Coaltino le permitiese entrar una noche a la alcoba de Lucrecia… eso sí, con la condición de que antes de hacer el amor tenía que convencerla las buenas. Y naturalmente fue violada las malas y se suicidó cuando supo el propio violador que su marido había aceptado el “pacto”.

 

Fue entonces cuando Roma, enterada de la violación de Lucrecia, se echó a la calle y acabó con el tal Sexto Tarquino, con el Rey y con la Monarquía. Y el cornudo apaleado general Colatino huyó vergüenza y nunca más se supo de él.

 

Bueno, pues esto es lo que está pasando en España. Eta es Sexto Tarquino y España es Lucrecia. El objetivo único de Eta es la independencia (o sea la violación de España) y sus métodos los mismos de aquel “violador”: corromper o asesinar a cuantos se opongan a sus deseos… para “ablandar” al marido, en este caso el Gobierno de la Nación, o a la Democracia o a la Monarquía o al pueblo inocente.

 

Y ahí aparece el señor Zapatero, quien cree que sólo con su talante, el diálogo y la  negociación va a convencer al “violador” y va y les dice a los señores de Eta: yo os concedo todo lo que pedís si a cambio vosotros juráis que abandonáis las armas. ¡Iluso! Porque los “violadores” automáticamente dicen sí, pero después de la “violación”, cuando Euzkadi sea independiente, con Navarra incluida, supuesto. Y además, y mientras lo piensas, te seguos poniendo bombas. ¡Hasta en Madrid!

 

O sea, violados, cornudos y apaleados. ¡Pobre Lucrecia! ¡Pobre España!… Lo que el señor Zapatero no debe olvidar es la Historia de España ni como terminaron sus admirados Largo Caballero, Indalecio Prieto, Juan Negrín, Zugazagoitia, su Partido, y Companys o Aguirre, los nacionalistas. ¡Quién siembra o pretende la división de España, ya sabe a lo que se expone!

 

Julio Merino

 

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