La mala agen de los laboratorios farmacéuticos es un hecho. Desde distintos sectores se les acusa de moverse únicamente intereses económicos e incluso hay quien afirma que son los inventores de enfermedades con las que buscan enriquecerse. Leyendas urbanas que afectan a una de las industrias que más invierte en I+D, pero cuyo mérito no se reconoce.
Evidentemente, una empresa siempre persigue el beneficio económico, y los laboratorios no se apartan de esta norma. Sin embargo, no hay que olvidar que su fin últo es curar enfermedades.
Sirva como ejemplo la vacuna contra la Malaria de GlaxoSmithKline (GSK). Quince años de investigaciones que parecen estar dando sus frutos, aunque aún habrá que esperar.
Reflexionemos un momento. La Malaria, erradicada en los países desarrollados, es una enfermedad del Tercer Mundo. Los países afectados el paludismo son países pobres que difícilmente podrían comprar una vacuna contra esta enfermedad. Entonces, ¿si económicamente no es rentable, qué seguir investigando? La respuesta es sencilla: PARA SALVAR VIDAS.
Pero no sólo eso. Pensémoslo desde otra perspectiva. Imaginemos un momento que la malaria afectara a los países desarrollados, tal y como ocurría hasta escasas décadas. Estos países, sí podrían pagar la vacuna y lo tanto generar grandes beneficios económicos a GSK. Pero ¿y si ésta no consiguiera los resultados esperados? ¿quién pagaría entonces los gastos generados quince años de investigación del laboratorio?
Quizás habría que pensar más a la hora de juzgar a los laboratorios y verlos como los malos de la película…
