Desde los tiempos de Yuri Gagarin y de Neil Armstrong carrera espacial ha sido utilizada como un elemento de comunicación propagandística eficaz. Eran los tiempos en los que la población se mostraba expectante ante la posibilidad de que un ser humano pisara la luna, en los que los amigos se reunían para observar atónitos las retransmisiones que ofrecía la agencia espacial norteamericana a todo el mundo. Sin embargo, la NASA acaba de perder ese poder mediático que la caracterizaba, y ya no sabe cómo recuperarlo.
Desde los tiempos de Yuri Gagarin y de Neil Armstrong, la carrera espacial ha sido utilizada como un elemento de comunicación propagandística eficaz. Eran los tiempos en los que la población se mostraba expectante ante la posibilidad de que un ser humano pisara la luna, en los que los amigos se reunían para observar atónitos las retransmisiones que ofrecía la agencia espacial norteamericana a todo el mundo. Sin embargo, la NASA acaba de perder ese poder mediático que la caracterizaba, y ya no sabe cómo recuperarlo.
El últo lanzamiento de la agencia es un ejemplo nítido de ello: tras el colosal accidente del trasbordador Columbia, en el que perecieron sus siete tripulantes, la NASA necesitaba un golpe de efecto que paliara la inseguridad y la falta de interés de la población hacia lo que antaño era un valor seguro de audiencia. Durante la semana pasada pudos apreciar cómo telediarios y periódicos abrían sus ediciones con ágenes del lanzamiento, del ritual de preparación de los astronautas (eso sí, escogidos su perfil mediático) o de las declaraciones de éstos.
Todo parecía ir bien, e incluso se vislumbraba la consecución del objetivo, que no era otro que volver a encandilar al espectador, aunque todo ello sufrió un inesperado revés al conocerse una nueva avería en la capa exterior de la nave, la misma que hizo que perecieran los astronautas del Columbia.
Sin embargo, lejos de esconder el problema, los responsables de la comunicación de la agencia espacial norteamericana decidieron airearlo, dotándolo del dramatismo típico de las películas hollywoodienses, con el objetivo de que la audiencia no decaiga. Ahora dos de los astronautas, un estadounidense y un japonés, son los protagonistas de esta historia que pretende tener un final feliz. Sólo el tiempo dirá si el empeño de estos hombres es suficiente para que la carrera espacial vuelva a brillas como antaño.










