Mi correo electrónico me anuncia que Te dedica su últo número a la ambición: “The secrets of ambition” y corro a la esquina en busca de un ejemplar. Sé que un retaje de este tenor no lo encontraré nunca entre los semanarios españoles. Por eso quizá se han quedado viejos, sin prestigio intelectual, sin capacidad de sorprendernos y despertar nuestras ganas de leer y conocer. Cultivan la vista con hembras rotundas y tersas, agresivas en su manifestación, como aquella desnuda en una merienda en el bosque de un cuadro de Manet.
Dean Sonton, psicólogo de
En nuestra cultura la ambición tiene muy mala prensa. Al que sube hay que tumbarlo; el que pretende elevar la media debe ser derribado antes de que consiga su objetivo. Hoy España es un país sin ambición, y tanto sin objetivos. Si acaso hay ambiciones parciales, algunas culminadas con el éxito más rotundo: Botín es capaz de pulverizar todas las marcas y anunciar beneficios estratosféricos; Telefónica y BBVA disparan la bolsa; en Navarra un centro de investigación, el CIMA, comienza a registrar patentes de sus descubrientos. Frente a esto se perciben sin embargo grandes zonas de dificultades. En Bolivia ha comenzado la paranoia de Evo Morales, un gobierno que ha entrado demasiado pronto en la espiral persecuciónreacción, y amenaza con no dejar piedra sobre piedra en un país en el que nadie, ni dentro ni fuera, tendrá ambiciones que serán cercenadas el igualitarismo indigenista: que todos lleven el mismo jersey con un poco de suerte.
El nacionalismo no tiene ambición aunque parezca lo contrario. Se contenta con tender una frontera y sentarse a disfrutar de lo que a su juicio, la vida y la naturaleza le han regalado. La ambición de Zapatero es la de permanecer, no tiene otra. Para lograrlo ha acuñado el estilo del “como sea”, la adscripción a cualquier proyecto caótico que le permita seguir. La gran pregunta que debemos hacernos es: ¿tenemos un objetivo nacional? La respuesta es negativa. Durante mucho tiempo me han preguntado si la princesa de Asturias es una persona ambiciosa. Y siempre he dicho que sí, de una ambición legíta, honesta, la que nace de la necesidad de crecer y aumentar las propias capacidades.
Artículos Anteriores:
La sanidad privada catalana emigra a Madrid










