En la Tierra a viernes, diciembre 19, 2025

A LOMOS DEL GRAND NATIONAL

Por su interés, reproducos el artículo firmado ayer domingo en el diario La Razón el periodista José Antonio Navas y en el que desvela, entre otras, las oscuras intenciones del Regulador…

 

La liberalización ha muerto, viva la regulación. Más allá del traslado forzoso a Barcelona, la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones (CMT) ha emprendido un sinuoso recorrido el túnel del tiempo que recuerda los viejos tiempos, supuestamente periclitados, cuando la única labor del supervisor consistía en demoler la herencia del monopolio para dar rienda suelta a cualquier intruso con cat de operador. Telefónica es el “national champion” antonomasia, pero aquí y ahora no existe ninguna OPA hostil que defender, de modo que todos pueden subirse a lomos de una vaca sagrada capaz de sotar cualquier peso hasta ser desfigurada como si fuera una atracción de la feria.

 

El letargo invernal que propició en la CMT el cese o, para ser más exactos, el nombramiento de Carlos Bustelo, ha dado paso a un presidencialismo desaforado en el organismo regulador de las telecomunicaciones, donde Reinaldo Rodríguez Illera y su alter ego Joaquín Osa amenazan con dejar en pañales a José María Vázquez Quintana. Si al principio el objetivo era que Telefónica sólo podía aumentar su posición en el mercado siempre que sus competidores también lo hicieran, ahora la misión es más descarada pues se trata de reducir la cuota de la empresa dominante para aumentar la de los operadores alternativos. La CMT ha decidido comtarse cual Robin Hood en el bosque de Sherwood, pero una aventura tan suble puede no tener un final feliz si Telefónica, en su papel de malo de la película, decide dar con la puerta en la nariz a su multillonaria política de inversiones en el sector.

 

El salvoconducto otorgado a los móviles virtuales para que campen a sus anchas en los dominios de las grandes compañías es un ejemplo claro que desafía las expectativas de una negociación libre dentro de este segmento del mercado. La CMT ha abierto una ventana de negocio a los revendedores parasitarios que trabajan sobre redes ajenas, lo que al mismo tiempo permite a Rodríguez Illera erigirse en árbitro supremo de las disputas entre los actuales operadores y los que aspiran a serlo. La telefonía móvil se hipoteca como feudo particular de un regulador que necesita poner y exponer su ejercicio de autoridad, lo que puede pervertir el desarrollo del sector que está claro que las compañías incumbentes evitarán la ocasión para evitar el peligro y elinarán de sus estrategias comerciales la posibilidad de eventuales acuerdos con empresas virtuales.

 

El exceso de reglamentación es un riesgo a provisionar en cualquier plan corativo y mucho que José Montilla enarbole el hacha de guerra contra el abuso de mercado, lo cierto es que la liberalización tampoco es una doctrina fundamentalista que deba partirse a mayor gloria de un supervisor ataviado de sumo sacerdote. Los experentos con gaseosa no funcionan en sectores maduros como las telecomunicaciones y, al final, el Gobierno siempre termina decantándose soluciones socorridas como es tender la alfombra roja a multinacionales foráneas que llegan a España arremetiendo contra el mismo proteccionismo en el que han nacido, crecen y disfrutan dentro de sus países de origen. A buenas horas se le ocurriría a César Alierta saltar los Pirineos para contrarrestar la cuota que France Telecom intenta ahora birlarle a domicilio aprovechando la anuencia del regulador. La multinacional gala es hoy hoy la bestia negra de la operadora española y su alargada sombra no solo cubre la frontera francesa sino que también está detrás de la OPA hostil con que Sonae pretende expulsar a Telefónica del mercado tugués.

 

La compañía española sólo puede acogerse, de momento, a esa flema británica que ha buido el espíritu corativo de Telefónica tras la compra de O2, lo que se traduce en el “wait and see” que dicen los ingleses, cuya traducción más castiza equivale a verlas venir. La Vieja Europa sigue siendo la quera de la libre competencia y Telefónica empieza ya a estar harta del peso de la púrpura que le persigue en España. Nuestro “grand national” tiene el lomo curtido a golpe de fusta y resignación y no sólo los empujones del regulador, sino también la carga de algunos socios autóctonos cuyo instinto básico exige la puesta en valor continua de su alianza preferente con la prera empresa del país.

 

En Telefónica no saben ahora cómo quitarse de enca el compromiso societario con el Grupo Prisa, que pretende esta vez consolidar los estados financieros de su filial Sogecable el método de integración global, aprovechando las nuevas Normas Internacionales de Contabilidad (NIC) que otorgan el control de una sociedad sin necesidad de asegurar una participación accionarial mayoritaria en el capital ni en el consejo de administración. Con sólo el 40% de la plataforma de televisión, el grupo de Polanco podrá duplicar de un plumazo su tamaño, tanto en volumen de activos, como en ingresos y ebitda, lo que el resto de accionistas minoritarios perderán toda referencia efectiva en Sogecable, quedando como meros inversores financieros. Es el caso de Telefónica, que verá rebajada su posición de socio fundacional al de sple comparsa distinguido con un 19% de las acciones, una participación cautiva y desprovista de todo atractivo, incluso con vistas a una posterior venta. He aquí las razones de fondo de la miniopa lanzada Prisa sobre el 20% de Sogecable. Las mismas que, en sentido opuesto, mueven a Telefónica para salir corriendo de la empresa que surgió tras la fusión digital. Si es que el jefe, claro está, no dice lo contrario.

 

NOTICIAS RELACIONADAS

Relacionados Posts

Premiados de la XX edición de 'Los mejores de PR'

Noticias recientes

SUSCRÍBETE

Suscríbete a nuestro boletín y no te pierdas las noticias más relevantes y exclusivas.