
El ojo de un fotógrafo ve más cosas que el oído de un escritor de editoriales. Este fin de semana han retratado a Zapatero. La foto ocupaba espacios en algunas tadas del sábado. La firmaba la sigla corativa de Europa Press. Rodríguez posaba a la espera de alguna nueva pregunta en la rueda de prensa en la que sorpresa nos vino a decir que si no hay paz, si ETA no deja las armas es culpa del Partido Popular.
El presidente levita. Ni la gravedad de su fiel Lacalle, ni el pesismo de Peces, ni las advertencias cargadas de autoridad moral de Múgica ayer en ABC le sirven para anclar el pie en tierra. El virus de Moncloa ha entrado en sus venas, le ha elevado el mentón, le ha convertido en un nuevo Napoleón (a otros les recuerda a Mario Conde) convencido de que sus propias palabras crean la realidad, y si no es así es que algunos, a los que mira desde el altozano, conspiran para que no lo sea. Ingratos. La mirada fija, el gesto desafiante, cual Trajano intentando señalar los límites del perio. Ha desaparecido










