Pero, ¿quién manda aquí?
Y los tártaros no llegan. Prefieren sembrar bombas para forzar la extorsión a los dueños de discotecas donde la alegre muchachada consume las tardes de sábado, lejos de la revolución y más cerca de un vodka con naranja. Zapatero salió hace una semana para decirnos que tranquilos, para estirar un poco más la esperanza, para hacernos creer que cuando lleguen habrá sido obra suya. Luego cacareó Otegui para precisar que cuando asomen en el horizonte no será para dejar las armas sino para cambiarlas el botín de la autodeterminación. Más tarde fue Ibarreche el que asomó su cara de pájaro para advertir que él también está en la pomada. Angelitos. Nos quieren hacer olvidar que en esto quien manda no es Batasuna, sino ETA. El gobierno parece haberlo olvidado. Los diarios catalanes, que ya anuncian con trompetas las mesas del diálogo como si esto fuera Guatemala, también. Dibujan ufanos un venir inmediato de negociaciones con mapas sobre el sofá, como si sintieran envidia, acomplejados que el Estatut no haya tenido ese perfume de sudor, óxido y nicotina que atan los furrieles.
Estamos tan preparados para cosas buenas que cuando llegue esa enésa tregua vamos a pensar que se trata de la gripe aviar, y vamos a enviar a la ministra Salgado a que les ponga unas vacunas, o a Caffarel en peregrinación a algún batzoqui, con fotos de Abu Graib. Es la lógica del mezclador, todo es un azar calculado, o una zafia chapuza en la que terminaremos pedir perdón a quienes dejan las armas, disculpas haberles aplicado las penas íntegras en tiempos intransigentes, pobrecitos, ¡con lo que han tenido que sufrir para llegar a matar!
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