El pato de Mendillorri llega hoy a Algete. Sobre este pato navarro, si es que existen las fronteras regionales o forales para las ánades, recaen las sospechas de haber sido infectado el temido virus de la gripe aviaria. Sea cual sea el resultado de los análisis, la sociedad ya ha empezado a tomar sus preras decisiones. El síndrome es muy silar al de las vacas locas: desconfianza de los discursos ministeriales, psicosis, variación radical de los hábitos de alentación, y una resistencia rocosa a la penetración de los discursos que no sean negativos y alarmantes. Vuelve la hora de la comunicación, y como este periódico de la red se dedica de lleno al asunto, creo que es bueno abordar este tema antes de que se convierta, que llegará, en el gran asunto de nuestras preocupaciones.
Este lunes los mercados de pollos tenían los mostradores a media entrada. Mientras, en la bolsa las acciones de Pescanova subían con efervescencia. El consumidor desconfía, y está convencido de que la ca de pollo, el pavo o los huevos transmiten el virus con facilidad. El gobierno actual no ha aprendido la lección del anterior. Quien desmontó la psicosis de las vacas locas no fue el vicepresidente Rajoy, encargado de resolver aquella madeja en la que se cruzaron intereses políticos con temores fundados la reiteración en televisión de la agen de aquella vaca que salía una y otra vez la misma puerta de la misma cuadra con el mismo paso vacilante. El artífice de aquella operación fue un veterinario, Badiola, que se prodigaba las televisiones vestido con bata blanca, que es un elemento de comunicación que da seguridad a quienes en su casa tienen como única preocupación la salud de los suyos. La comunicación fue encargada a alguien ajeno al gobierno: prer gran acierto.
El ministerio, o los productores de pollos harían bien en tomarse en serio este asunto. Se prodigan los tavoces que dicen cosas distintas, y ante discursos de naturaleza diferente se tiende a creer al más alarmante, e incluso este tiene un crédito moderado. El otro día en una cena con médicos, cada uno tenía una teoría, y todos recomendaban en voz baja huir de las proteínas del pollo. No existe un discurso unificado avalado la independencia que da el ser un especialista de la ciencia veterinaria y no un funcionario del ejecutivo al que en tiempos de crisis no le cree ni el más fiel de los votantes. Cuando llegue lo más fuerte de la crisis, que llegará, el sector va a sufrir los efectos de una alarma que aún hoy está a tiempo de mitigar. Pero todo será un fracaso si no se dan mensajes claros y se actúa con transparencia y capacidad de comunicación.
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