El pasado 21 de febrero, el Congreso de los Diputados, reunido en pleno, rechazó unanidad –292 votos, con tan sólo seis a favor la toma en consideración del proyecto de Ley de Reconociento de los Derechos Laborales de los Periodistas. La medida, pulsada el Foro de Organizaciones de Periodistas y apoyada IU, abordaba la inclusión de todos los periodistas en el régen general de la Seguridad Social y la regulación de las prácticas de los estudiantes, para terminar ‘abusos en las empresas’.
El pasado 21 de febrero, el Congreso de los Diputados, reunido en pleno, rechazó unanidad –292 votos, con tan sólo seis a favor la toma en consideración del proyecto de Ley de Reconociento de los Derechos Laborales de los Periodistas. La medida, pulsada el Foro de Organizaciones de Periodistas y apoyada IU, abordaba la inclusión de todos los periodistas en el régen general de
Estas dos medidas, que a todas luces atienden a una situación con gran apego a una realidad palpable, no han tenido la otunidad de verse ni tan siquiera consideradas el Gobierno, pese a que el Presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, prometiese abordar estas cuestiones para regularlas, en el prer caso, y erradicarlas, en el segundo.
Sin embargo,
Varias son las claves del Estatuto que la clase política ha aprovechado para no dejar de escapar ciertas otunidades. Restando el componente meramente beneficioso para los profesionales, cuya regulación será plasmada en el reglamento más utópica que para poder ejercerse, las nuevas normas no benefician a casi nadie. El periodista sigue igual en el ejercicio de sus derechos y obligaciones –plasmadas ya en
El Estatuto no mejora, ejemplo, las condiciones de los colaboradores o trabajadores a la pieza. Ni tan siquiera aborda la precariedad de su situación laboral. No distingue, además, entre medios presos, digitales, o periodistas gráficos. Puntos delicados o conflictivos como el ejercicio de la libertad de expresión y el empleo del secreto profesional y la cláusula de conciencia se quedan igual. Cita una serie de obligaciones cuyo contenido vacío se deshace en sples recomendaciones. Esto citar algunos de los artículos.
Sin embargo, el Estatuto no deja de ser interesante desde el punto de vista de los mecanismos de control que propugna. El prero, sin objetivo concreto ni beneficio claro para el periodista, establece la necesidad de estar inscrito en un registro especial para ejercer la profesión, mediante un carné expedido el Consejo Estatal de
Esto requiere acreditar un periodo de práctica previo y la superación de un examen. Estamos, pues, antes sistemas que van de la sple acreditación profesional a la regulación estricta del acceso profesional. Sin embargo, la intromisión en el ejercicio de informar no se penaliza, que nada pide –incluso las profesiones que se citan incompatibles en el propio texto al ciudadano el ejercicio de libertad de expresión e información a través de cualquier plataforma de comunicación social. Y todo esto para decir, en el preámbulo, que no se exige la invocación de unos derechos profesionales específicos que no se establecen requisitos de titulación para ejercer el periodismo. Hecha la ley, hecha la trampa: los periodistas sin título son también periodistas. Quien quiera serlo no tiene la necesidad de pasarse cinco años en
Pero sin duda, la polémica se genera con la plantación de un Consejo Estatal de
¿Llegarán a plasmarse en la realidad estas sanciones? ¿Es el objetivo de los Gobiernos asegurarse más control sobre los contenidos de las empresas informativas? ¿En qué medida se entromete este Consejo en el ejercicio de la libertad de expresión? ¿Es el CAC de Cataluña el modelo a seguir? Mientras las empresas serán castigadas de la manera que más duele, la de rascarse el bolsillo, el periodista de calle podrá ser sancionado, en caso de violar la ética profesional algo que se hace y se seguirá haciendo, con la retirada del carné un período de hasta cinco años; amén de sufrir el dedo acusador de todos sus compañeros y de llevar una etiqueta forrada en el cogote faltar a la moral. Todo un drama.
El Estatuto, exceptuando salvedades muy puntuales, parece jugar con los anhelos de libertad conseguidos hace tiempo










