A estas alturas, Florentino debe sentirse más perplejo que Cayetana Fitz James a la hora de recoger el nombramiento de hija predilecta de Andalucía. La duquesa cambió ayer de palacio y se encontró en la puerta con un grupo de sindicalistas de clase, en este país en el que ya no existe la clase obrera, dispuestos a zurrarle la badana.
Floro, como le llaman sus espadas más próxos, se ha repasado toda la prensa, ha paseado casi todas las televisiones, y todavía nadie ha sido capaz de explicarle qué ha ditido. Él tampoco da pistas. Hundido en el palco del Mallorca, el césar galáctico decidió que había llegado el momento de arrojar el cetro y que alguno de los centuriones de la corte gobernara una tropa díscola de generales malcriados. En el eclipse, deja una herencia envenenada, un vestuario ingobernable y una gestión comercial que ha convertido al Real Madrid en una empresa que es la única que tiene como producto un balón que cotiza en los mercados emergentes. El temblor se ha notado hasta en Shangai. El presidente se marcha en el peor momento, en el peor momento para ditir, en el fondo de la depresión, es decir cuando un presidente no tiene derecho a dejar el palco vacío, algo que nadie le ha pedido. Es posible que después de esta ronda de apariciones esté atento para ver si en el caos provocado se escucha alguna voz que le sugiera que vuelva y el plebiscito le empuje de nuevo a asumir el sacrificio de un regreso con todos los poderes. Al fin y al cabo, y esta una de las pocas verdades que se han pronunciado en esta crisis, se trata de un padre que se ha marchado a tabaco que los chicos están a tortas en el salón.
Hoy Florentino tiene derecho a sentirse perplejo. Cayetana no, que tanto mentar a
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