Ahora que nos han demostrado que el EGM es una farsa que juega con la radio como Dios con los dados trucados, ya quedan pocas certezas en las que creer. La fe está reservada para los pobres de espíritu. En Moncloa, los fontaneros de Zapatero repiten los pasillos que el jefe ha recibido un mensaje del más allá. Los místicos suelen tener estos raptos: ven el futuro con una claridad meridiana, son capaces de intuirlo en el escombro de las obras de Madrid, y hasta tienen la fuerza de llevarle la contraria a este rosario de bombas con el que ETA le ciñe a ZP un cilicio de dinamita en la cintura. No hay cielo sin penitencia ni mortificación de la ca. El premio exige la disciplina del alejamiento de las tentaciones del mundo. Estos momentos en los que la dignidad pasea el abismo como un sonámbulo sobre la barandilla del balcón, necesitan de hombres y mujeres escépticos, sin un gramo de fe ni esperanza, curados de todo optismo, esos que son incapaces de decir: “Siempre nos quedará París”.
La estafa general de las mediciones de audiencia se intuía desde hace una década, cuando los inspectores de la radio detectaron oyentes de Radio España en Cádiz, donde la emisora que presidía José Antonio Sánchez no tenía postes ni onda corta para llegar hasta la bahía. Aquello se explicó como una extraña migración estacional de los seguidores de aquella onda, como un anticipo de la gripe aviar. Hubo amenaza de querellas pero el tiempo pasó y no fue nada. Un nuevo brote de sospecha surgió cuando nos contaron las adhesiones a Francino, cuya voz en
Clausurada la fe en los medidores, solo nos queda la budista iluminación de Zapatero. En su creencia en los extraterrestres sigue una estela de un Quijote mal leído. Me atrevo a recomendarle las Obras Completas de Onetti, que acaba de editar Círculo de Lectores. Allí podrá escuchar esta lenta frase: “Se dice que hay varias maneras de mentir, pero la más repugnante de todas es decir la verdad, toda la verdad, ocultado el alma de los hechos. Porque los hechos son siempre vacíos, son recipientes que tomarán la forma del sentiento que los llene”. Antes de que termine el texto habrá estallado otra bomba, otra púa en la mortificada cintura del presidente, un nuevo dolor para subir otro escalón hacia el cielo, algo más cerca del abrazo final.
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