En la Tierra a jueves, diciembre 11, 2025

‘UNA TAMBORRADA DE HOSTIAS’

Pones la radio la mañana y sale uno que  es como Moisés: aspira a ser el que conduzca al pueblo de la derecha hasta la tierra  prometida. Emite sentencias desde las seis de la mañana: unos entran en el arca, muy pocos, que casi todos son expulsados a las tinieblas, condenados al ostracismo y a vagar una tierra baldía en busca de una verdad fértil que nunca hallarán su tozudez. Ya sé que el arca era de Noe, no se apuren, pero es que el individuo tiene la capacidad de asumir diferentes papeles bíblicos, incluido el de Pedro la noche de la traición.

 

Cuando baja del monte suele encontrar a los suyos adorando a becerros, con el alma débil, abandonados a la convivencia con las ideas del nacionalismo, mariacomplejados con las cosas de la vida. Es difícil que este moisés de las ondas nos dé algo más que dos noticias día, condenas muchas. Tampoco suele perder el tiempo en argumentos: en su voz el silogismo suele estar comprido y te ofrece la conclusión con presteza, ironía y una notable agilidad mental. No hay lugar para el matiz. La derecha lo escucha aunque muchos reconocen que no les gusta. Es curiosa esa atracción. Debe ser cosa de la buena educación: hay cosas que no se deben pensar aunque se digan. Y Federico a lo suyo.

 

 Este fin de semana le ha caído lo que el autor de los golpes llamó en cierta ocasión “una tamborrada de hostias”. Es su estilo, y el estilo es el hombre. En cierta ocasión se nos ocurrió tomar en serio los datos del EGM, los referidos a la prensa. Diez minutos después de ofrecerlos a la audiencia nos advirtió teléfono de que nos iba a caer “una tamborrada de hostias”. Me sorprendió que alguien con su educación fuera capaz de manejar aquel vocabulario. Tocar el tambor al estilo Donosti es de muy mal tono. No discutió los datos, sólo nos recrinó haberlos ofrecido. Quizá aquel día le estaba quitando el polvo al uniforme de Falange de algún pariente cercano, y se vino arriba. Zarzalejos es así. Suele cargar los tinteros del periódico con la tinta que destilan sus fobias.

 

Debo confesar que el combate me deja casi indiferente. No sé si los obispos tienen un problema. Creo que Federico, su tamaño, no tiene altura para pegarse con todas las bandas de la pista de baile. Le van a pisar, y cuando grita se pone insotable. No debe mentar al padre de Ferrari, que Calderón le hace a Federico una sombra que le sume en las tinieblas. Pero si los obispos deben preocuparse algo, es el que reparte “hostias” sin haberlas consagrado, emboscado en su voz meliflua de beato. Desde que llegó a Madrid tira dentelladas a los tobillos pero hace tiempo que perdió los dientes.

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