A media mañana Pepiño renunció a su momento de gloria semanal, ese rato de vanidad tan merecida en el que parece levitar tras el atril como un ángel anunciador. La noticia se recibió en las redacciones con decepción. El día venía serio y cargado, y en los cuarteles socialistas decidieron evitar la competencia entre las arias de vicetiple del gallego y el verbo seco y torturado de Rodríguez Zapatero. No debe de ser cómodo compartir un rato público con Villepin cuando uno piensa que el concepto de nación es algo confuso y revisable como las cañerías de la cocina.
El francés es uno de esos intelectuales de la “grandeur” que no saben qué hacer con el presente en crisis de su país, pero no alberga la más remota duda sobre la nación francesa. Basta con leer su libro “Los cien días”, homenaje al Napoleón crepuscular. Al lado de la melena perial del premier ministre, el peinadoboina de nuestro presidente quedaba aldeano, un poco al estilo del infausto Pepe Botella.
La claudicación de Pepiño se debe leer en otros términos: en el segundo aniversario de la trágica manipulación socialista, de aquel remedo de golpe trotskista, el antiguo camarero de la sede socialista de Lugo no tenía herramientas para responder al enorme vacío que dejó en la soleada mañana del lunes el truco de la mochila. Aquí ya no cabe el pásalo, y el “queremos la verdad, antes de votar”.
El país se ha dividido en dos: los que están con la prera mochila, vieja, oscura, con las asas cortas, y los que se quedan con la nueva, más azul y brillante, como recién comprada. ¿Son la misma o son más bien dos visiones del mismo bolso? El policía encargado de vigilar el alijo del 11M no reconoce la bolsa. Todo han sido prisas para callar al inspector. Zapatero se refería al suceso con palabras lentas, como si pisara el hielo de un lago, aterrorizado las grietas, como si el suelo blanco fuera una ruleta rusa, un cristal de legitidad que se quiebra a cada paso.
La memoria es uno de los nombres que adopta la aginación. No doy un duro la memoria de Álvarez. Pero se trata de un elemento crucial, del que partieron los preros hilos de una pesquisa que no ha terminado. La investigación tiene tantas grietas que podemos caer en las trampas más inocentes mientras el misterio crece y las certezas menguan. Por unas horas el país ha estado en una mochila, y no era la de Labordeta.
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