En la Tierra a sábado, diciembre 20, 2025

OKUPAS

El sindicalismo es el lugar de la anatomía social donde la izquierda pierde su nombre. Qué lásta que Urbaneja se quedara “en el medio del camino de su vida”, cuando se introdujo en esa selva oscura del ente y atisbó, en el prer círculo del Averno, algunas caras conocidas. Para la gran corrupción les invito a leer “Cómo salir del Infierno”, libro del que les daré algún anticipo en los próxos días, con permiso de mi editor en esta casa. Para la pequeña también.

 

Allí se cuenta cómo un director de la antena firmó un documento el que un programa que se podía hacer en los talleres de la casa pasó a rodarse a cincuenta kilómetros de Madrid. La presión de un paquidermo vestido de lana, un sujeto redactor que jamás ha empleado sus manos y cerebro para escribir una noticia,  hizo el milagro. Fue menester poner la ingle en la mesa, con todo su contenido genital, para forzar la signatura de lo que suponía el cuerno de una abundancia de dietas y perras para gasolina, peaje fundamental para elevar la valla de la pax sindicalis. No sólo de cuotas viven los afiliados. Y allí se fueron, a Torrelodones, a hacer pareados zafios a la vera del casino.

 

Ahora ocupan los estudios, lo que han hecho siempre, antes con algo menos de publicidad. El mismo gañán mafioso que saca la basura junto a la Directora  General, todas las noches, en ese ángelus laico y perezoso la memoria de Rosa Luxemburgo quiso poner el otro día su sello de propiedad sindical en el escote playero de Ane Igartiburu. Las pegatinas resbalan en el bronceado clase media y aceite de coco de la marina de oro. Durante dos años han hecho la vista gorda. Sacaban la bolsita de residuos todas las noches. La suya y la de la directora. Un favor:

 

No te molestes, Carmen, yo te la llevo.

 

Y así un día y otro, hasta el desastre final. Tiraban al mismo contenedor, los desperdicios grandes y las raspas del rape, que sardinas ya solo comen los ecuatorianos y esas rumanas de calcio y piernas como palmeras. Han consentido la gran corrupción a cambio de que les siguieran pagando la calderilla de la pequeña. Es su versión de la conciencia de clase: a cada cual según sus necedades. Hoy han venido a recoger el contenedor, y han pillado a Urbaneja rebuscando, sin tiempo para abrir las bolsas negras. Saben de quién hablo. Si quieren se lo deletreo.

 

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