Es el tono de los días. Ya lo dijo T.S. Eliot; “abril, el mes más cruel”. Quizá llegue con retraso, pero es que últamente no dejo de intentar escuchar a Francino, y me duermo. No lo puedo evitar. Se me baja la sangre a los miembros, y sueño con pesadillas kafkianas, con mis brazos acharolados que hacen un ruido como de cucharas cuando golpean con el suelo.
Hemos visto el sacrificio de Bono. Ayer tenía un tono bajo cuando gritó su últo “Viva España” como ministro. Hablaba lento, y pidió un instante la militarización de los periodistas que asistían al acto. No se si se plicaron, pero la réplica sonó mucho más marcial que
El de Bono es un sacrificio con un perfil más estético que el de Sansegundo. Su defenestración es el producto de una rebelión sin precedentes en el seno de la conferencia de rectores. El malestar viene de lejos. La chica debió de encontrar alguna cueva en el ministerio, algún zulo donde invernar, protegida los alborotos que estallaban en otros barrios. Pero los rectores están acostumbrados a examinar cada trestre, y la ministra no había presentado a ninguna convocatoria. Nadie sabía donde estaba. Una titular haciendo novillos. Impresentable. Hoy tiene una ley que nace póstuma. La ley es tan nefasta que es mejor que crezca sin la vigilancia de su madre.
Alonso y Rubalkaba, cierran el círculo del control del poder, de los mecanismos efectivos de lo ejecutivo, de la administración de lo que no se debe saber, y el seguiento de quienes se muevan.
Se barruntan nuevos sacrificios. El que más cuesta es el prero. Luego todo será más fácil, que algunos ya saben que tienen el ceso firmado. Sólo falta, como en el caso de Pepe, Bono, que se les ponga la fecha.
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