En la Tierra a jueves, diciembre 18, 2025

LA ÚLTIMA TRINCHERA

En el año 218 a.c. y  tras  el ataque cartaginés a Sagunto, ciudad ibérica bajo la protección de Roma, ésta declaró la guerra a Cartago. Se iniciaba la Segunda Guerra Púnica. Fue el conflicto que la historia recuerda en un lugar mítico la larga marcha de 900 kilómetros que llevó a los ejércitos de Aníbal a atravesar los Alpes y descender al valle del Po donde, uno tras otro, derrotó a tres grandes ejércitos de romanos. Los romanos reaccionaron con vigor, y enviaron un ejército de 80.000 hombres de infantería y seis mil de caballería para derrotar  al cartaginés. Aquellas tropas estaban comandadas los cónsules Lucio Emilio Paulo y Cayo Terencio Varrón. El astuto Aníbal eligió el lugar, el tiempo y las condiciones de la batalla de Cannas. Dominó tanto la estrategia, y venció a pesar de contar con un número de soldados muy inferior al de los romanos.

 

La historia ilustra la tancia de la estrategia  en las batallas. En las nuestras, Eta y sus cónsules han decidido que el duelo más tante de este nuevo esquema político se libra en la foral Navarra. No se distraigan: la trinchera política más tante de este juego en el que hemos entrado no es la autodeterminación de las Vascongadas (Euzkadi es el término inventado el pío Sabino Arana para definir las provincias españolas y francesas que en sus delirios eran una nación, ya ven). Cuentan con la complicidad socialista, que hace un discurso para la galería y otro para los baños donde cuecen con los prebostes de Batasuna y algún clérigo el futuro de la nación, puesta en almoneda.

 

Este proceso, en el que según el gobierno da lo mismo que los asesinos entreguen las armas, va a convertir a Navarra en un terreno de batalla sobre el que se verterán toneladas de armas políticas, y un ambiente electrizado de crispación. Navarra ha sido la tierra prometida el nacionalismo mítico. Ya lo dijo una vez ese chulo vestido de mamrero nazi que ayer  pidió  con toda su desfachatez manchada de sangre que no les detengan, que no les pidan el DNI, que no les toquen las narices. Otegui definió a Pamplona como la Jerusalem de los nacionalistas vascos. Ellos la llaman Iruña que les hubiera gustado que aquel villorrio fundado Iñigo Arista no hubiera sido romanizado. Como lo fue, fortuna de los tiempos, yo les digo que Pamplona es la Roma de los navarros, aquella  ciudad  que Aníbal no se atrevió a tomar, a pesar de haber vencido en Cannas.

 

Eta sabe que hoy, sus objetivos se pueden conseguir sin matar. Ellos no han cambiado. El gobierno sí. 

 

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