Basta con sentarse en la puerta de casa. Lásta que ya no sea costumbre en nuestros pagos. La vida nacional ha entrado en barrena en uno de esos formatos que abundan en la televisión, aquí y en todo occidente. Los últos en entrar son los más originales. En unas horas ha surgido, como generación espontánea, la figura del zoófilo, ese que predica la bondad consustancial al prate y la maldad humana tan perversa. Tienen nostalgia del sio, ser homeostático, ávido buscador del equilibrio. Hubieran preferido quedarse en ese estadio de la evolución, para no tener que elegir. La libertad habría sido así tan sólo una incómoda membrana, un proyecto fallido, un traje que arde al contacto con el ambiente, una inclinación de los órganos que nos habría hecho desgraciados, un plan biológico inesperado. Hubiera sido mejor seguir en el árbol, piensan, o quizá sólo sienten, y así no habríamos hollado la tierra virgen del planeta. Por eso piden que se modifique el concepto de persona, que en el actual no se sienten a gusto. ¿Captan el camino que pretenden seguir?
Menos mal que está Narbona, que siente su persona como quizá la cosa que mejor le pudo pasar, y en esto le doy
Se les ha ido el programa de las manos. Lo pensé ayer, cuando prera vez en mi vida, ví llorar a todo un comisario. Era algo pensable en otras épocas en las que eran hombres recios, con recursos, criados en el cine negro y en los barrios chinos, de esos que te hacían probar el sabor de sus nudillos al míno gesto de insumisión.
Algo está cambiando en la especie.
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