Que no se nos pase. Ya sé que lo que más se trata en las radios, lo único, es el asunto del proceso de convergencia entre el Psoe y Batasuna, en dos líneas que se cruzan en una mesa en la que se mirarán a los ojos de caro degollado de Pepiño Blanco. Pero no me gusta que este gran tema nacional donde nos lo jugamos todo tape otros asuntos tantes.
Este fin de semana he leído con mucha atención el informe del Colegio de Médicos, esa profesión tan corativa, tan ágil y cerrada a la hora de defender a los suyos, sobre las sedaciones en el Severo Ochoa y el comtamiento médico de su coordinador, el doctor Luís Montes. Ya saben aquello que se decía en los Estados Unidos sobre nuestras profesiones: “Los periodistas publicamos nuestros errores, y los médicos los entierran”. El dictamen del organismo colegiado es todavía más contundente que el encargado
A la luz de este texto conviene repasar algunas actitudes que se airearon con ruido y furia en los días calientes de 2004 en los que estalló el escándalo. Prero, el de la ministra de sanidad, que había guardado los indicios en un cajón. Después de los sindicatos, que demostraron que son capaces de obviar cualquier evidencia con tal de convertir un caso en un arma política al servicio de intereses que nada tienen que ver con
Dejo para el final la actitud de esa lumbrera de la política llamado Rafael Sancas. En su huida hacia delante desprecia el informe que dice que sólo demuestra sedaciones irregulares en veinte casos. Es posible que en su niebla política no se haya dado cuenta de que para despreciar la vida basta con hacerlo una vez, y que esos veinte casos que para Sancas son calderilla son la prueba del relativismo letal de su posición política.
Hay un frente políticosindical que rechaza cualquier análisis de calidad de los servicios públicos, y que esconde una enorme mediocridad y e incluso comtamientos delictivos, bajo la manta de la defensa de los intereses de los ciudadanos. Y el caso del Severo Ochoa es el ejemplo de que esa cultura debe cambiar. Y ya hemos visto que Sancas no está la labor.














