Quien no domina las artes del ataque y la dialéctica suele ser torpe también en la disculpa. Ambas dos suertes necesitan una apariencia moderada, y un pretexto veraz y sincero. Pepiño Blanco es hombre de toscas faenas y su discurso tienen un acabado zascandil y rugoso. Ha bastado el plante de Rajoy para que el jefe de la cuadrilla salga muy de mañana a solicitar el perdón, no sé si de los populares, o de la opinión pública, al menos de la parte que comprenda el gesto agrio y montaraz del nada gallego Mariano.
Pero Blanco se equivoca. Solicitar perdón no llamar a Génova para avisar que se iban a reunir con Batasuna es como pedir disculpas las manchas, y no hacerlo el navajazo hepático. Pepiño hace como que todavía no se ha enterado del motivo de la ruptura, a ver si cuela.
Es posible que el auto de Grande Marlaska le haya refrescado la memoria. La media España que rompe con la otra media no lo hace que haya faltado la delicadeza de avisar del atropello, sino el propio pasar enca de la ley, como si esta fuese de goma, como si no avisar del robo fuese más delito en el Código Penal que asaltar la casa, y llevarse la plata con las fotos de los abuelos. No han leído a Thomas de Quincey, cuando advierte del riesgo de empezar un pequeño delito, un asesinato ejemplo, y comenzar a caer una pendiente en la que se termina faltar al respeto al padre y a la madre. Quizá Acebes exageró el otro día cuando dijo que los planes socialistas y los de Eta coinciden. Yo creo que de momento lo que es común, a tenor de algunas declaraciones, es el lenguaje, y los nombres que ponen a las cosas. Si no es así, harían bien en poner una querella al dibujante de Gara que ayer ponía a la serpiente terrorista abrazada con sus anillos a la rosa, sin sentir ni temer el frío punzón de sus espinas.
Con estos gestos no vamos a ninguna parte. Quizá debieran empezar poner en común algunos elementos fundamentales, básicos. Por ejemplo, el hecho de que de la división, la prera beneficiada es la banda terrorista. O también la idea reiterada estos días de que Zapatero no puede ir sólo a una negociación con Tera y Otegui. Prero que los jueces podrían prohibir, con un auto entregado a tiempo la policía ese encuentro, a todas luces ilegal, contrario a la ley, a esa ley que no existía en aquella otra tregua del 98, hoy tan citada. Y también que privado de una parte tante de legitidad, estaría a merced de los pistoleros, capaces, una vez más, de cambiar un gobierno con un atentado en el caso de que no se les ofreciera lo que piden. Por ejemplo.
