El caso de Noelia de Mingo, la doctora residente de
‘Esquizofrenia de libro’, reza la sentencia. Punto y final. Pero los medios de comunicación, especialmente los informativos de televisión, han querido darle otra vuelta de tuerca al procediento judicial y su desarrollo. A sabiendas de que la acusada sufría, presuntamente –hecho demostrado y incontestable a día de hoy de graves trastornos mentales, las cadenas y algunos periódicos han tratado la noticia o bien pasando alto la verdadera magnitud de esta enfermedad –causante de los desafortunados y fatales actos, o bien atando este dato como un ingrediente más al ya de sí morboso suceso.
Lamentablemente, para esta sociedad ávida de conocer los detalles más escabrosos de la vida de otras personas, el ‘todo vale y no pasa nada’ se ha hecho habitual Mingo ha sido juzgada el poder mediático que, escudándose en valoraciones y testonios seleccionados muy a conciencia de lo que se quiere vender de gente corriente, ajusticia y ha condenado públicamente los actos más morbosos; los actos que, casualmente, suelen ser los más delicados y los que otorgan mayores audiencias y ventas.
A partir de ahí, todo vale: retajes sesgados de carnicería, reconstrucciones al estilo del periodismo de investigación más rancio y deplorable, intromisiones en el honor de la acusada y el arrojo que supone arrancar tres palabras a los familiares afectados para adornar sus crónicas con las perlas más flotantes en el mar del ser humano que es el odio y el resentiento. Lamentablemente y como casi siempre, los audiencias y el morbo de los telediarios ha ganado su batalla a la información de verdad.
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