El departamento de propaganda norteamericano puede presumir de ser uno de los más activos que ha dado la historia moderna: si durante
Prero fue la célebre baraja de ‘los más buscados’; posteriormente, unas ágenes de un Sadam Husein desaliñado que dieron la vuelta al mundo. Ayer, la fotografía del cadáver de al Zarqaui. Todas ellas acciones de propaganda pura y dura, escudadas en una situación bélica consecuencia de una declaración de guerra.
Sin embargo, la exposición del cadáver del integrante de Al Qaeda a los medios de comunicación de medio mundo reabre un viejo debate: ¿existen muertos de prera y muertos de segunda?
Durante los últos tres años, desde la declaración de guerra a Irak, hemos asistido a un chorreo constante de ágenes de víctas civiles yaciendo sobre las calles del país de las mil y una noches (para algunos, daños colaterales). Sin embargo, tras los ataques del 11S, los medios de comunicación – a instancias del gobierno norteamericano se pusieron una autocensura para no herir la sensiblidad de los familiares y amigos de las víctas de los mismos.
¿Acaso los famliares de al Zarqaui no merecen la misma deferencia? ¿Era necesario mostrar al mundo las fotografías tanto del cadáver como de los restos de la casa en la que hospedaba el número 1 de Al Qaeda en Irak? ¿Sirvió la rueda de prensa convocada el tavoz de Estados Unidos para desviar momentáneamente la atención sobre las decenas de muertes que ocurren cotidianamente en el país petrolero?
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