Tibieza. No llega al cincuenta ciento, ese techo que según Zapatero debiera ser el umbral de la legitidad. Y sin embargo, aupados sobre la apatía general, los partidarios construyen un entusiasmo rotundo, una ilusión de palabras. No quieren ni pensar en parar, reparar, volver a arrancar y perder media vida política en los talleres, manchados de grasa y de líquidos amnióticos. El texto ha nacido tarado, sin consenso, y quizá peor, con la apatía despectiva de más del cincuenta ciento de esos catalanes que ansiaban el estatuto, que según el texto manifiestan en su
preámbulo ese sentiento nacional, corazón y piedra angular que ha inspirado canciones, desde “Los segadores” hasta este largo articulado en el que se regula el submarinismo y se proclama el derecho de todo nacional a disfrutar del paisaje en igualdad de condiciones, no ta que se tenga chalé o una nevera tátil con tinto de verano, tortilla y unas butifarras para pasar el día en la cala, donde toque.
Apatía, hastío, cansancio. Los mismos que manifestaban anoche en su expresión coral, tan poco contenida, los Maragall, los Zapatero, y esos fríos hombres de CIU que aparecen como delegados de una empresa de congelados. El PP pide paralizar, pero es inútil que el enfermo hace tiempo que no da señales de vida. El coma es profundo, y ZP, artífice del invento en aquella reunión con Mas, ha proclamado su satisfacción. El consenso se ha roto, pero es que, piensa, lo han probado poco. Cuando perciban las ventajas del nuevo estatuto, el efecto directo en su felicidad
cotidiana, llegará el amor, sin duda, que la pasión viene del roce”.















