Ir a la moda está de moda. Palabras como cool, trendy o fashion dictan nuestro gusto hacia lo novedoso, lo últo, lo más innovador. Nos apasiona lo diferente, lo ajeno, lo complejo; deseamos reivindicarnos y reinventarnos a través de predecibles objetos de culto, múltiples complementos, nuevas terminologías, extravagantes propuestas de ocio, etc. Nos dejamos sorprender constantemente para redescubrir nuevos egos que habitan en nuestro más recóndito interior, en continuos gestos y bailes de exhibicionismo individual y colectivo.
Y entre baile y baile, ahí están ellos: los coolhunters. Estos –literalmente cazadores de tendencias están al acecho de todos y cada uno de nosotros, observándonos en el metro, mientras esperamos el tren o nos cruzamos con ellos en la calle. Sus ojos son un interrogante en busca de nuevas respuestas que les podemos ofrecer en forma de palabras, comtamientos o estilos, al margen de las convenciones sociales que peran en el momento. Detectar lo minoritario para avanzarse a la masas.
Ésta es la clave que guía a los coolhunters, una profesión que todavía se está abriendo paso en nuestro país, pero que apareció prera vez en 1995, en la prestigiosa revista americana The New Yorker. Pero ¿qué pueden atar estos buscadores del siglo XXI en el ámbito empresarial? Su función es la de investigar las últas –y futuras tendencias, modas e ideas, y venderlas a las empresas para que las incoren a sus últos productos.
Y, una vez más, el tópico cae en lo cierto: información es poder. En un contexto socioeconómico marcado un ritmo trepidante en la aparición de nuevos productos, tecnologías, anuncios y marcas, conocer de antemano las demandas y necesidades de nuestros consumidores es la única vía para diferenciarnos de nuestros competidores. Lanzar al mercado soluciones repetitivas no resulta rentable. Hay que ganarse a los segmentos emergentes que buscan la innovación, que son ellos los que realmente crean la tendencia. Si ellos se fijan en nosotros, todos los demás vendrán detrás. No hay mejor publicidad que el contrag. Después, ya se reforzará el producto con las campañas que se adapten a su posicionamiento callejero, pero el verdadero éxito es el producto que se posiciona sí mismo. Así, escuchemos prero lo que quieren de nosotros, para oír después lo que queremos que digan de nosotros.
Pablo Herrera
Director General del Grupo BPMO










