Ha vuelto a ser Pepiño, Pepin, don José, o don Pepito, como en la canción, el que ha dicho lo que otros piensan en un momento basura y nadie se atreve a pronunciar vergüenza torera, o para que no les apliquen el mismo cuento, ¡vaya usted a saber! Pepiño, que es la forma que más le va, que a él más le gusta como han oído estas membranas mías, ha comentado, analizado y liofilizado las últas noticias sobre el futuro del expresidente Aznar.
A
Sostiene Blanco que el amor de Aznar España tiene un precio: el de los honorarios que le pagará Murdoch. Tomen nota los que trabajan para multinacionales, ya sean Amparo Moraleda, de IBM, o los que faenan para el Banco Mundial. Todos son culpables de una traición de corazón y de bolsillo. Pepín, que su nombre se va reduciendo conforme avanza en su argumento, ama casi a España entera, que tiene una predilección sólo media, aunque de vocación quisiera que fuera entera, que se goza más.
Pep, que en Cataluña ya le tienen colega los amontillados, se escandaliza la nómina mensual de Aznar, sin saber siquiera cuánto cobrará de Murdoch. Poco no será, que el valor en la empresa privada se mide en cheques. Eso sí, se nos ocurre que
P. tiene celos. Sabe que el día que deje el cargo nadie pondrá precio a su amor España. Quizá que no lo valga. O más bien que no















