En la historia de la literatura española hay un episodio chusco y canalla. En 1936, en
El bando nacional y luego el régen de Franco tuvieron la misma obsesión antijudía que hoy atesora nuestro presidente del gobierno y con él los grupos políticos y algunas minorías sociales que lo sostienen. Se podía leer el otro día en una de las pancartas que aparecían junto a Zerolo, ese gran filisteo de nuestra política municipal. El texto decía: “Nazis, yankis y judíos (sic)”. Todos en el mismo título, como los “comunistas, judíos y demás ralea” que agrupó G.Caballero en la misma tada junto al yugo y las flechas, como si aquella hoja prera del ejemplar que sostengo en las manos fuera una prisión, o una tada de concentración antes de elinarlos a todos.
No voy a hablar de lo que significa colocar en idéntica posición a los nazis y a los ciudadanos del estado de Israel, que no tengo palabras. Ni siquiera de lo que supone abrir el cartel con los nacionalsocialistas para situar después a los que se encargaron de liberar a
Todo esto no es producto del delirio tórrido de un individuo en una tarde de calor sahariano. No. Lean la columna que el pasado fin de semana dedicaba
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