Este mes hemos escrito que estamos en tiempo de rehabilitados. Lo son algunos delincuentes comunes como Rafael Vera, y otros, con delitos de sangre ente las manos como los prebostes de Batasuna, y sus secuaces de la banda. Son tantos que para no dejar las cárceles vacías y dar la presión de que este gobierno no gobierna, Pepiño Blanco no ha parado de llamar teléfono desde que se iniciara el fuego en Galicia. Su consigna ha sido “muchos detenidos”. Quería el bueno de Pepiño las comisarías llenas, que es el síntoma de que el ejecutivo ejecuta. Lo leyó Pepiño en una de las novelas que se llevó para pasar el verano: “El niño leopardo”. Todo está en los libros. También lo de Clos.
El últo rehabilitado de la temada, que no ha terminado, ha sido el alcalde de Barcelona. La miscelánea de curiosidades de este gobierno puede anotar desde ya que tendremos un ministro de profesión inicial anestesista. Los socialistas nos han regalado grandes momentos con algunos electricistas como Corcuera, con profesores de esquí como el inefable Marcelino Iglesias, pero nunca nos habían puesto a un sujeto en el ministerio de industria, sin más conocientos sobre la economía que la composición centual de narcóticos que se deben incluir en un letargo a la carta.
Entre los conocientos que adornan al próxo ministro está el de llenar Barcelona de ocupas, hasta convertirla en el reino del parásito con ínfulas alternativas. Que se lo digan a los vecinos de Gracia, que podrían llenar un libro con las brillantes actuaciones de Clos durante las algaradas callejeras que cada pravera y extensión cada verano, les piden dormir o pasear a medianoche. También saben mucho de Closología los vecinos del Carmelo, pero estos podrían escribir el capítulo de sus ausencias, de sus fugas de la realidad, del escapismo que le embarga cuando se trata de dar la cara ante los problemas más graves.
La promoción es una patada hacia arriba, organizada el propio Montilla, que teme perder las municipales que Xavier Trias, el convergente, es un buen candidato. Para librarse de un inútil con balcones a la calle nos lo mandan al ministerio. No tengan miedo. El listón que dejó Montilla está tan bajo que no tendrá ninguna dificultad. Viene lleno de ideas luminosas, que es lo que nos hace falta, y con la energía que dan los trajes de marca y bien planchados.
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