Cortaron las cuerdas de la cesta y se la pusieron como corona. Reinaba el baloncesto en la gloria de su soledad. En casa, los niños asistían vez prera a la música de nuestro hno en lo más alto del Japón y del basket. “Hemos ganado, y sin Gasol”. No, ganamos con Gasol. Allí estaban, tarareando la música nacional como si fuese el Macarena. Al final del barrido de la cámara, Pepu, con la mano en el corazón, lloraba. Echábamos de menos a alguien de la familia Real. La ministra estaba con sus rizos al final de la escena. Pero no basta, no nos basta. Nos pasaba como al equipo, que desde el banquillo les pedía a los titulares que machacaran a Grecia, que querían más triples y dobles, y disfrutar de la victoria. Y nos supo a poco.
Vencidos los helenos, el telediario nos enseñó a Zapatero mirando una televisión de campaña en las campas mineras de León, una tele en la que se reflejaba su soledad, la del presidente, y su quietud, sin comentarios, ante la tele dominguera. Luego se subió a la tara y dijo eso de que el PP “no distingue entre la guerra y la paz”. Será que este verano ha leído a Tolstoi en
La cesta de España, la de aquí, está horadada de triples desde el medio campo. Comienza el curso y nos zarandean con nuevas pruebas de que el sumario del 11M es una ficción escrita muchas manos, demasiadas para que tenga lógica y coherencia. Los cayucos llegan a Canarias con puntualidad regular, que ya son, como diría un paisano, cayucos de línea. Y hasta el domingo ha dejado de serlo, desde que CNN plus, movilizó a Gabilondo para entrevistar a Felipe González y que nos diera un poco de doctrina sobre el derecho de los iraníes al arma nuclear. La entrevista fue antológica. Espero una reemisión.
Así empezaba el curso, mientras en el Ventisquero de
Artículos anteriores:


















