Lo dijo Bibi en una ya vieja entrevista en un viejo programa de una vieja televisión: “¿Y a quién no le falta algo cuando se acuesta la noche en la cama?” Yo era un chaval y aquella frase se me quedó clavada como si fuera una gasa olvidada dentro de la sutura un cirujano enamorado. Desde entonces no he parado de coleccionar respuestas para la cuestión. La últa se la escuché anoche a Lata. Le gustaría ser presidente del Barça en un país independiente. Se supone que hablaba de Cataluña, y no es que tenga intenciones de llevarse el club a Zanzíbar, que sería una posibilidad. Al fin y al cabo Freddy Mercury nació en la isla, y ya ven dónde llegó, ahora que se le echa de menos. Metidos en la cama, es mejor que te falte que no que te sobre. A Lissavetzky y a Sáez les deben de sobrar los gintonics y los vegueros que se estaban fumando cuando un fotógrafo de Efe más sobrio que monseñor Cañizares les retrató como si asistieran a una juerga de despedida de solteros en un salón de bodas de la periferia de Madrid. Al secretario se le nota la mirada turbia, como de medusa. Intuyo sus ojos que el fotógrafo era mujer, y con mejor carácter que la ministra de Sanidad, que de verlos les habría metido a los dos el puro entre las orejas, como si fueran dos ceniceros jíbaros. Quizá la fotógrafa se llama Bibi, y también echa de menos algo cuando se acuesta, seguro que entrada la madrugada. Lata, como Alonso Quijano, sueña con una península Barataria donde practicar el efecto llamada. Mientras tanto cuenta ovejas eléctricas, como los replicantes.
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