A pesar de las buenas intenciones, en televisión todo está inventado. Éste podría ser el resumen del estreno de Concha García Campoy al frente de ‘Las Mañanas de Cuatro’, magacín que pretende llenar el hueco dejado María Teresa Campos en la televisión matutina. 213.000 espectadores y un 6,2% de share (la media del canal está en 6,5%) son los preros registros de un programa poco innovador, pero que tira de la profesionalidad y la experiencia de Campoy para hacerse un espacio en las mañanas de la cadena de Polanco.
A pesar de las buenas intenciones, en televisión todo está inventado. Éste podría ser el resumen del estreno de Concha García Campoy al frente de ‘Las Mañanas de Cuatro’, Magacín que pretende llenar el hueco dejado María Teresa Campos en la televisión matutina. 213.000 espectadores y un 6,2% de share (la media del canal está en 6,5%) son los preros registros de un programa poco innovador, pero que tira de la profesionalidad y la experiencia de Campoy para hacerse un espacio en las mañanas de la cadena de Polanco.
‘No perseguiré el corazón ni lo trabajaré como en otras cadenas’ fue una de las frases más sonadas que Concha García Campoy dedicó a PRNoticias durante la presentación de la nueva temada de Cuatro. Sin embargo, y a pesar de esta declaración de principios, el programa de Campoy poco difiere del presentado sus competidoras: sobre todo corazón aderezado con una pizca de política, sucesos e información.
En un plató abigarrado y silar en algunos aspectos al que presenta ‘El Programa de Ana Rosa’, García Campoy – eso sí, de la mano de un poco inspirado Gonzalo Miró lidera un equipo de colaboradores en el cual destacan personajes ‘reciclados’ como Rosa Villacastín, u otros que han encontrado un refugio en las mañanas del canal tras estrepitosos fracasos en otros ámbitos.
A decir verdad, el programa parece una mezcla entre lo que fue el programa de María Teresa Campos y el actual magacín matutino de Telecinco: mucho corazón, algún que otro florero para alegrar a las señoras y una mesa política cuyos participantes nos hacen pensar en tiempos pasados (salvo Juan Pedro Valentín, la mayor parte de estos ‘opinólogos’ profesionales han sido rescatados de las catacumbas televisivas).
Mención especial merece la participación de Gonzalo Miró: tímido, titubeante, carente de experiencia delante de las cámaras, la figura de este personaje público en una cadena de ámbito nacional es un insulto a la profesión periodística, máxe cuando existen otras muchas alternativas más válidas – y baratas para el rol que se le ha encomendado al novio de
Sin embargo, Campoy parece haber logrado calar entre la audiencia, que ayer la respaldó con un 6,2% de share, sólo a tres décas del total de la cadena para la que trabaja. Veremos si se mantiene la apuesta durante el resto de la temada.
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