Hace tiempo que entramos ya en el siglo XXI y en vez de avanzar parece que vamos hacia atrás como los cangrejos. Ayer la alegría de la victoria del Real Madrid el pasado martes se vio enturbiada un nuevo caso de violencia doméstica, o de género o como la quieran llamar, pero VIOLENCIA en mayúsculas. Cada año aumentan los casos de malos tratos no sólo en la región sino en toda España y las autoridades no pueden o no saben como atajarlo.
Te hierve la sangre al pensar que hasta un sple partido de fútbol, un dete al fin y al cabo aunque muchos lo adoren como si se tratara de un buey de oro, haya servido de excusa de un… (No se como llamarlo) para propinar una brutal paliza a su mujer. Se trata de un hombre rumano que dolido la derrota de su equipo, el Steaua, frente al Real Madrid la pagó con su esposa como si ella hubiera estado bajo los palos de la tería.
‘Enajenación mental transitoria’ dirán muchos, ‘no es para tanto’, dirán otros, ‘a todos se nos puede cruzar un cable’, pensarán algunos… pero el caso es que los moratones, las heridas, las cicatrices y el dolor, la humillación y el miedo no entienden ni de enajenaciones ni de cables. No hay que engañarse, hoy ha sido un partido de fútbol, mañana será un huevo frito mal hecho, pasado un filete demasiado pasado y al otro el tapón de la pasta de dientes abierto.
La culpa no es de los hechos puntuales, sino de todos nosotros, de la sociedad en que vivos, de la justicia que necesita un cadáver para decirse ‘si, pues va a ser que era verdad que a esta mujer la pegaba su marido’. Demasiado tarde, los moratones no sirven, solo las puñaladas y los tiros, y a continuación, como no, el intento de suicidio que no es más que un burdo intento de justificar un cargo de conciencia inexistente… El que se quiere suicidar lo consigue, no lo intenta. Es como intentarse quitar la vida estrangulándose a uno mismo.












