Blanco, preocupado el blanqueo, ha propuesto un pacto anticorrupción. Don José ha vuelto a poner el dedo en la llaga de las comisiones. Ahora que el ladrillo está de capa caída, mientras los grandes de la obra pública y privada se buscan el negocio en los bancos y en las eléctricas, se barrunta que la feria está a punto de comenzar. Me refiero a la caída en desgracia de los pequeños constructores, los que pagan los centajes más altos, y de todos los concejales que han pillado manteca en el reparto de favores y recalificaciones.
Para que Blanco haya llegado a la conclusión de que debe proponer tal trato debe de estar con el agua al cuello. La salida de don José es sorprendente, tanto o más que si Lucrecia Borgia nos diera un cursillo de castidad y de buenas maneras, de hospitalidad y de protocolo. El secretario viene urgido la necesidad de lavar más blanco la ropa sucia, puerca, mugrienta, de los suyos. Resulta que dos panolis de Ciempozuelos tenían montada una red de blanqueo con terminales en Andorra. Llevaban la pasta y de paso se traían unas cámaras, unos trajes baratos, y un queso para la secretaria.
Don José tiene prisa. Debe cerrar ese pacto antes de que se anuncie el candidato socialista a la alcaldía. De lo contrario no se va a querer presentar ni Roldán. Dicen que Zapatero no tiene prisa, pero cuanto más tarda, pero quedan los suyos. El gobierno se puede dividir entre los prescindibles, y los prescindibles. Entre los preros están todos menos María Teresa, Solbes y Rubalcaba. Estos tres integran la segunda categoría. La cosa se ha puesto tan cruda que en Ferraz comienzan a decir que sería mejor, el bien de todos, que Zapatero se presentara como alcalde, y que MT, ya que es la piedra angular del ejecutivo, fuera elevada a la categoría de presidenta. No le ven otra salida.
Antes de dar ese paso crucial, Blanco debe cerrar su pacto contra los ‘corrutos’. Permanezcan atentos a sus pantallas.
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