Avanzaba la noche y progresaba el escrutinio. En las sedes de los partidos se celebraba, no el éxito propio sino el fracaso ajeno. Sólo el partido de Rivera, de Espada y de Boadella cortaba el jamón y celebraba la gran noticia de estas elecciones: la entrada en el parlamento regional de un nuevo partido, una cuña en la fracasada clase política catalana. Montilla brindaba que Ciu no ha llegado a crecer todo lo que Mas pronosticaba. Mas, mucho menos Mas que ayer, daba brincos el descenso del tripartito, y en especial de Montilla, que ha demostrado ser un mal candidato. Maragall, como el convidado de piedra del Tenorio, resucitaba unas horas para dar fe de que con él los socialistas consiguieron más votos y escaños. Parecía la calabaza en la fiesta de Halloween.
El gran ausente de la noche fue Zapatero. Mascaba su derrota en el palacio de
Los más de setenta mil votos de Ciudadanos de Cataluña son un prer aviso, el resultado de un profundo hartazgo de una clase ineficiente, absurda, premoderna, vieja, caduca, sin ideas, preocupada más su permanencia en las poltronas que abrir nuevos horizontes de progreso.
Como en los viejos y atávicos territorios, todo puede cambiar para que todo siga igual.
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