Antes de que llegue
Vagan los cocineros las neveras a la caza del anisakis, convirtiendo la plata de las merluzas en suela de zapatos. El bicho lleva años mendigando en la ca blanca de los pescados, pero sólo ahora han decidido que comamos cartón duro y correoso, a cambio de que nadie se presente en un hospital hecho un bacalao. Persiguen las hamburguesas doble equis, mientras en la punidad de su hogar, un amigo vicioso se pone bocadillos de mostaza a las tres de la mañana. Vamos de nuevo a la clandestinidad, antes política y hoy gastronómica. ¡Qué le habrá hecho a la ministra el lomo de las hamburguesas!
Vienen también contra el vino. Salgado no lo traga, y quiere que dejemos de beber, que no pueden conducir nosotros. Hora es de decirle que estamos hasta las tabas, que queremos comer lo que nos dé la gana: cocidos preñados de colesterol, chorizos de olla, caza a punto de entrar en la podredumbre, quesos de olor fétido, y un vinazo de los que te tiran de la silla. Todo a la salud de esta mujer enjuta, incompetente falta de competencias, y que ha decidido dictarnos el menú todas las mañanas, como si esto fuera un colegio.
Me niego. No le pienso hacer ni caso. No tengo medida ni moderación. Mi madre, que sólo tengo una, me parió en años en los que los niños debían lucir orondos de lentejas y tocino, y así estoy. Y como a ella le gusta, que le den a Salgado retambufa.
ARTÍCULOS ANTERIORES:




















