Una ministra que es célebre haber viajado la patilla, ella, sus familiares, sus amigos, pros, y la asistenta de su tía Macarena, en los vuelos de AVIACO cuando la nena era consejera de la Junta, dice que el estado no está para pagar vacaciones a los afectados la quiebra de Air Madrid. Con esa voz de estropajo, con ese acento despectivo, con ese estilo macarra que se ha instalado en nuestra vida como un cuervo sobre la nevada, dice que ella no paga viajes a Cancún.
Otra ministra, la que suló ser pareja de otro que iba para presidente y se quedó en postulante, dice que vergüenza torera es mejor matar al toro con una eutanasia secreta, en el silencio oscuro del desolladero, quizá con una inyección letal, para que no lo veamos, para que la muerte que en el toro es valentía, abrazo agresivo a una vida que se abre como una herida sangrante, sea un momento sucio, con olor a formol y batas de veterinario.
Todo esto en el tiempo de los besugos.
Hay una tercera que está quitarnos el vino y la ca, para administrarla con su bisturí tacaño de mujer seca, de esas que desprecian un kilo de más y tienen un tic como de vigilante de un campo de concentración, para que nadie unte el dedo en el tocino de la vida.
Hasta Pepiño Blanco queda bien en este paisaje.
La otra, la de la vivienda, ha aprendido a estar callada. Una de las preras lecciones de la comunicación, cuando no tienes nada que decir y tus palabras no valen más que tu silencio.
A la de los toros le agradezco que haya conseguido que Curro Romero rompa su silencio para torear este toro de la ignorancia, un bicho marrajo y feo, parido en los corrales de la ignorancia.
La paridad. ¡Qué parida! Y Caldera defendiendo la ley de igualdad, como si para ser iguales hicieran falta leyes.
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