El problema no es el terrorismo. Toda la vida de Dios enredados en esto de quién mata, qué y con qué medios, y resulta que nos hemos equivocado. La muerte es sólo un accidente. Moros azar, un cruce astral de explosiones que se suceden en el mundo desde el Big Bang, o los efectos del cambio clático, o la contaminación, o los genes, o la explotación del tercer mundo, culpa de los americanos que obligan a media humanidad a emigrar a otros países. Las causas son lo de menos. El caso es que moros, y basta, y con una palmada nos mandan al otro barrio, y ya ni los ministros se molestan en acudir a los funerales de las víctas del terrorismo, que tampoco van a saludar a los muertos las explosiones de la industria pirotécnica, ni a los del tráfico, que cada vez son menos. No.
Basta con ampliar el campo semántico. En las clases de Filología, disciplina árida si la comparamos con la sensualidad placentera de la literatura, nos enseñaban que este es un campo mucho más amplio y maleable que el campo magnético, y como hemos comprobado estos días, de una mayor eficacia. Por el campo semántico circula Zapatero a toda velocidad. Un día dice que esto esta roto, parado, finiquitado, y al día siguiente lo resucita. Un día Pepiño dice que han cometido errores, es evidente, y al día siguiente dice que se le ha interpretado mal. Basta ampliar la puerta del campo semántico.
La banda ha aprendido esta lección. Lo han tomado de Zapatero. El terrorismo es ahora un gato hidráulico que abre las fauces del campo semántico para que quepa en el epígrafe de accidentes un atentado con 800 kilos de amonal y un par de muertos, clase obrera proletaria, que esos sí que eran los destinatarios de la promesa marxista del hombre nuevo. Sobre sus cenizas pisoteadas, un grupo de crinales obscenos, chulos hasta la ofensa, fascistas de mesa y chuletón, se acogen al ‘el alto el fuego sigue’ a pesar de haber dejado un cráter en la vida nacional más grande que la boca del Vesubio. Y hay quien les sigue el juego. Y ese que les secunda manda.
Miren, señores, acudir a una marcha con una pancarta que podría suscribir y sostener el propio Tera y perseguir a Eta es incompatible, se ponga como se ponga el campo semántico, y si hace falta nos dejamos de gramática estructural y volvemos a los universales de Platón.
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