El problema de las pancartas es silar al de la publicidad. La comunicación tiene que fabricar mensajes dirigidos a un público. A veces se busca que el lema abarque a un conjunto universal, y otras sin embargo se pretende un ‘target’ preciso, mucho más ajustado. Uno puede asumir que el Soberano ‘es cosa de hombres’ e inmediatamente deja fuera a las mujeres, no a todas que alguna habrá que mesis o transubstanciación, quiera emular al macho en el trago áspero del brandy.
Dijos que tras el lema propuesto para la marcha de Bilbao se podía colocar cualquiera, y aquí los tienen. Paz y diálogo es como decir pan y circo. ¿Y quién dice no querer paz y también diálogo, y dialogo en paz y paz en el diálogo? ¡Si lo dicen hasta los pistoleros que pusieron una bomba de toneladas y se cargaron a dos ecuatorianos para al día siguiente decir que eso formaba parte de su paz y de su diálogo! Pues ahí están, los Batasunos se ponen en fila. Y ahora ¿qué hará el PSE, sorprendido en ese emparedado nacionalista? ¿Se atreverán a decir que no quieren paz ni diálogo? ¡Ah, resulta que también hay límites para esas palabras universales!
Vamos con lo de Madrid. Aquí hablan de paz, pero se niegan a incluir la libertad, y a rechazar el diálogo con los pistoleros. Quien admite o rechaza los términos es el sindicato UGT. Fidalgo se ha colocado en otro sitio. Sabe que si no se añade la palabra ‘libertad’ la marcha tendrá un tufillo como del pasado, como el de aquella concentración de octubre del 75 en la Plaza de Oriente. Mi amigo Rafael Guijarro, experto en signos y en rastrear silitudes, me advierte que se trata de un reflejo que ita la praxis del sindicato vertical. Estoy seguro de que es inconsciente. Méndez tendrá que explicar qué no quiere oír hablar de libertad en esa manifestación
En todo este proceso hay al menos dos niveles: el de las palabras medidas, el de los discursos oficiales, y el de los lapsus, en los que aflora lo inconsciente. El gesto se tuerce, la cara se congestiona, y María Teresa dice ‘papelito’ y el presidente al día siguiente, ayer, habla otra vez de ‘accidente mortal’. Son esos rincones de la alfombra, esos agujeros rotos de la moqueta, los que asoma el pútrido rostro de la verdad.
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