Me lo dijo un hombre cabal, con conociento, prudente, y con buena información de lo que ocurre y sucede en las reuniones de la Unión europea. En un Consejo europeo, ante los jefes de estado y de gobierno de los países socios, Zapatero, ufano, soltó una más de sus nefastas predicciones. ‘Eta se va a rendir ante este general’. Con lo este quería decir él mismo. Era el tiempo en el que las bombas no le habían hecho caerse del tigre en el que ha estado cabalgando durante los últos doce tres años. Ha sido quizá más tiempo, que tenemos la certeza de que antes incluso de las elecciones, el Partido Socialista abrió un diálogo secreto y permanente con los prebostes de Batasuna, los tavoces de la banda, y los cobradores de las facturas políticas y económicas del chantaje y la extorsión.
La densión de la ufana soberbia de Zapatero es inconmensurable. Tanto como la profundidad de su ridículo. La política tiene su sombra, y a veces la oscuridad que sucede a las luces es un paisaje tenebroso. El tiempo que queda hasta que lleguen las elecciones será un calendario dramático. Vamos a comprobrar cómo somos un país conducido un hombre inhabilitado, que ha perdido todos los puntos del carné de presidente, que se niega a pararse en el control y que lleva el seiscientos de España una calle estrecha, en dirección contraria, convencido de que va la vía correcta y en el sentido preciso. El destrozo es grande. La división que se cosecha después de estos años de siembra de la discordia, es grave, amplia, profunda. A grandes males, grandes remedios. Quien venga después tendrá que ensayar fórmulas de generosidad política insólitas. Tan insólitas como necesarias.
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