Después de los avales recibidos el pasado sábado en una manifestación multitudinaria, la lógica política nos llevaría al planteamiento de una moción de censura, o a la exigencia de una convocatoria anticipada y acelera de elecciones. Sin embargo, Rajoy y el PP rechazan esa posibilidad. Reunidos en maitines, cortaron de raíz la posibilidad apuntada algunas voces de seguir esos dos caminos para los que hay que tener arrestos y seguridad, la certeza de que los que te apoyan son más que los que duda de ti. Discuten las radios qué se llevaron langostinos a De Juana, como si no supiéramos que desde hace 25 años los presos de Eta viven en cárceles privilegiadas, en regímenes penitenciarios lo que les sale del pié. NO hablamos de futuro, que parece como si no lo tuviéramos. Nos espera un año de caída en pendiente, con el gobierno dispuesto a una huida hacia delante, dispuesto a regalar a Eta cualquier cosa, hasta lo que le no le puede regalar, y con una oposición que ya sólo confía en la calle para mantener su pulso, su vitalidad y su esperanza. Mariano sigue agazapado a la espera de los errores del contrario para dar zarpazos, pero no tiene un plan. Ayer vos que no lo tiene. Y así los avales del sábado se pueden evaar como el perfume.
Al otro lado, Pepe Blanco y los suyos miden el termómetro social con la cata de las encuestas, y tienen claro que lo suyo es la crispación, el caldo grueso de los momentos profundos de España, este país donde tenemos esa facilidad tan pasmosa para echarnos los trastos a la cabeza y para entregarnos al sentiento, al pathos, a lo patético, a lo tremendista, como ese torero que lidia muy cerca de las astas, buscando si no la muerte, al menos su aliento.
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