¡Que no se nos asuste el personal el titular! Es un sple recurso; una provocación.
Las recientes apariciones en televisión del presidente del Gobierno y del líder de la Oposición, han demostrado cuan necesitados están uno y otro de incorar a sus vidas ese vocablo, inicialmente destinado a la gestión empresarial, como es el coaching.
Uno, diciendo lo que no vale un café, en un ejercicio malo de evocación histórica, y el otro afirmando, sin rubor, que desconocía cuanto cobra un funcionario de la escala más básica, conforman un cuadro escénico que demuestra que el liderazgo no se centa realizando ejercicios de levitación. Y menos mal que no tuvieron que enfrentarse a la ecuación de lo que cuesta hacer una fotocopia u obtener un bonobús.
El coaching no es solo un término de moda, sino que es un ejercicio razonable que busca que el líder ponga los pies en el suelo, en un mundo cada vez es más complejo y sofisticado, y cuando este se sitúa a una altura en donde es difícil conseguir lealtad y confidencialidad, incluso cuando se paga.
Zapatero y Rajoy demostraron que pueden ser mejores o peores tecnócratas, pero están donde están que son líderes y sus seguidores los quieren ver como tales. Para ello, cada uno debe desarrollar sus habilidades y sacar de ellas el mejor partido posible.
Aristóteles decía –y con razón que lo que tenemos que aprender lo aprendemos haciendo. El coaching, ello, no busca enseñar, sino facilitar el aprendizaje. Las cosas, desde fuera y con independencia, se ven más claras y uno puede desde ahí resaltar ideas, suscitar soluciones y apoyar su aplicación de una forma que pocas personas dentro de la organización podrían hacer.