El verano. Ese tiempo en el que se supone que somos más felices que hay más luz solar y los biorritmos mejoran. El periodo con el que soñamos durante el resto del año para poder descansar, relajarnos y olvidarnos del estrés del trabajo, las preocupaciones del día a día. El verano, y con él llegó el calor.
Con la llegada del verano también llega el calor. Con la llegada del calor, además de tomar las conocidas precauciones para evitar sufrir una ola de calor, de prevenir los incendios y evitar exposiciones largas al sol y cuidar nuestra piel, hay que añadir el insomnio. Entendiendo insomnio como los periodos de tiempo en los que tenemos alteración de la cantidad o calidad del sueño y que pueden presentarse de diversas formas, este se vuelve más repetitivo en el verano, si bien esta vez no está acompañado del estrés laboral o las preocupaciones, el insomnio veraniego está propiciado una situación mucho peor: el calor.
El calor el día llega a bajar la tensión y sentos esa sensación de ‘bajón’ que esperamos recuperar la noche, pero si con la llegada de ésta no bajan las temperaturas de 25 grados, el cuerpo lo nota, los biorritmos se alteran y zas!!… una noche sin dormir o durmiendo poco, o despertándose continuamente la noche, y eso se traduce en agotamiento, fatiga y falta de energía durante el resto del día.
Por eso, y cuando la situación nos supera el tiempo pasado sin que hayamos descansado bien, es necesario acudir al médico, que tras una evaluación nos recetará algún medicamento que nos ayude a conciliar el sueño, eso si las terapias naturales (tila, valeriana, cenar poco, no hacer siesta…) no han funcionado.
