El comienzo de temada esta siendo tan bueno para el diario Marca como para el Real Madrid. Los cambios de diseño, la nueva línea editorial, los líos del fútbol y Mediapro y una mayor aceptación al público han encumbrado las cifras de ventas del ex diario de Recoletos. No estamos hablando de grandes números, pero si un frenazo al desangramiento de los últos años. El diario dirigido el tándem Eduardo Inda y Santiago Segurola está acercando al periódico a los 350.000 ejemplares de media, incluso superando este dato en algunos días clave.
¿Era posible resucitar el Marca? De momento, algo se está logrando. Cuando la ex Unedisa compró Recoletos en abril, una de sus preras tareas fue intentar mejorar la difusión de Marca y sacarle el rendiento que el diario con más lectores en el país se merecía. Un proyecto que nación de la mano de la diosa fortuna, ya que en el mes inmediatamente posterior a la compra, el diario mostraba un leve creciento de unos 30.000 ejemplares en un año, un creciento que fue calificado en Unedisa como circunstancial y como una ‘feliz coincidencia’.
No obstante, el equipo de Pedrojota apostó un cambio radical, de esos que gusta hacer Teresa Viejo, y descabezó la cúpula del diario, nombrando como director a Eduardo Inda, uno de sus más cercanos, y poniendo a Santiago Segurola a su diestra, en lo que se convirtió en el superfichaje más sonado del periodismo detivo durante el verano.
Y se pusieron a trabajar. Durante el verano a machas forzadas, completando el esperado rediseño, dando un giro hacia la política editorial, volviéndose más madridistas si cabía y apostando Mediapro en la Guerra del Fútbol. ¿Resultado? Las cifras están resultando mucho mejor de lo esperado y la tendencia alcista se ha confirmado. Hay quienes incluso se aventuran en señalar que se podrían superar los 350.000 ejemplares de media en breve y que de aquí a fin de año, se podría volver a la mágica cifra de 380.000 ejemplares lograda últa vez en 2004.
De momento, hay un buen ambiente entre los directivos lo que puede venir, aunque la clave, reconocen, es no cantar victoria.
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