El martes 2 de octubre el Colegio de farmacéuticos de Barcelona celebró su fiesta más señalada, la Diada del Farmacèutic. Como ya es tradición, el evento tuvo lugar en el Palau de la Música Catalana, edificio muy querido los barceloneses y que posee condiciones acústicas y de aforo adecuadas para este tipo de actos.
Entre las personalidades presentes hay que mencionar a los presidentes de los colegios de Tarragona y Lleida, al decano de la Facultad de farmacia de Barcelona, al presidente de la Reial Acadèmia de Farmàcia de Catalunya, el Presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona y personalidades ligadas al mundo de la distribución.
El perfil de edad de los farmacéuticos asistentes se encontraba en la franja que va de la juventud a la madurez, pero con predominio de los preros. En las indumentarias también predominaba el atuendo informal pese al conservadurismo que se le atribuye a este colectivo profesional.
El acto, presentado con elegancia y spatía Cristina Gutiérrez Caba, vocal del colegio responsable del área de Formación, se inició con la intervención del presidente del Colegio, Joan Durán, quien dirigió unas palabras al público que ocupaba casi al completo el Palau. Sus palabras fueron sobre todo de aliento a los farmacéuticos presentes en los momentos turbulentos que sufre la profesión, y de esperanza en el futuro.
Durante la prera parte de la velada, se entregaron en prer lugar las becas colegiales correspondientes a la convocatoria 20062007. Fueron tres los trabajos seleccionados. El prero, titulado Intervención del farmacéutico en la mejora del manejo preoperatorio de la medicación crónica de los pacientes quirúrgicos, le fue entregado a Tomás Casasín en nombre del equipo de los siete farmacéuticos que desarrollaron el trabajo. El segundo trató sobre una Atación al estudio de permeabilidad transdérmica de la cetirizina y fue recogido su autora, Claudia Ciurlizza Celis. El tema del tercero fue El desarrollo y plantación de un programa de revisión sistemática de medicación crónica en atención praria como herramienta de sote para la prescripción segura de medicamentos; recogió el premio Mª Teresa Pérez Rodríguez, autora del trabajo.
A continuación fueron nombrados los 50 farmacéuticos que cumplían 50 años de colegiación; para perpetuar el momento, el presidente Joan Durán se fotografió con cada uno de ellos tras la entrega de la insignia de oro. Los que cumplían 25 años también tuvieron su insignia, en este caso de plata, que fueron a recoger tras ser nombrados Cristina en grupos de siete. Se dio la circunstancia de que tres de los miembros de la junta se encontraban en este grupo.
Finalizada la parte formal y austera del acto, la habitual de cada año, el ambiente se desbordó con el petuoso arranque del prestigioso conjunto de Gospel, The London Community Gospel Choir, cuyo líder y pianista se hizo con el público en cuanto abrió la boca para decir en un catalán bastante correcto ‘Bona nit a tothom!!’; cierto que fueron las únicas palabras en este idioma, pero sirvió para encender un ambiente cuya intensidad se acentuaba a cada nueva interpretación del extraordinario grupo formado cinco instrumentistas y doce solistas. Dados los textos de temática religiosa, como debe ser en el Gospel, y la autenticidad que ponía cada uno de los integrantes, la llama del entusiasmo se contagió con fuerza en todos los asistentes a los que el grupo consiguió arrastrar para que participasen con palmadas, gestos y ritmo.
El público de pié se unió en más de una ocasión a los cantantes e, incluso, el líder del Grupo consiguió que uno de los farmacéuticos, la edad podría haber sido un integrante del grupo de los de 50 años de colegiación, micrófono en mano, cantase algunas estrofas de uno de los temas en inglés supuesto. Además de los números de conjunto, hubo intervenciones de solistas que dejaron boquiabiertos a los asistentes la calidad de sus voces, en la difícil tesitura con terribles saltos de escala desde la profundidad de graves rotundos a agudos potentes, estratosféricos y sostenidos. Con la fortaleza que demostraron las voces y los instrumentos, pareció innecesario, e incluso molesto y agobiante, la potencia de los medios de amplificación que dejaron exhaustos los oídos del respetable.
La fiesta se completó con el consabido cóctel que se distribuyó en cinco o seis diferentes zonas para evitar la aglomeración.
Un año más el colegio de Barcelona, ha galvanizado las fuerzas vivas de sus colegiados que han vibrado en un acto bien organizado, con el único exceso de los decibelios, pero que en conjunto ha permitido a los asistentes olvidar durante un rato las tribulaciones del colectivo.










