Los hombres de estado ya no nacen, crecen en la adversidad, y son despedidos sin grandes honores en unas elecciones democráticas. Ahora los fabrica el g político. En Ferraz están convencidos de que pueden hacer de ZP un hombre de estado. Hasta ahora sólo era una apariencia, una marca con poco más detrás. Se litaron a fabricarle un par de lemas de campaña, le vistieron de Armani, le llevaron a la peluquería de una célebre componedora de cabelleras y parieron un líder de la misma forma que el doctor Frankenstein dio vida a aquel monstruo de hechuras complejas, cosidas con las grapas burdas de un laboratorio gótico.
En 2004 vendieron ZP como quien vende Fairy o Rexona, con las técnicas de una comunicación de refrescos: lo tomas y te sientes otro, lo bebes y siente la chispa de la vida. Les fue bien, y pensaron que fue la campaña. Zapatero no iba a admitir otra explicación, que la alternativa era pensar en la onda expansiva de los atentados del 11 de marzo. Así que fueron los aciertos de la campaña: aquel rostro cortado de los carteles, donde aparecía con un solo ojo como un Polifemo moderno que apacienta sus ovejas, y cuatro cosas más.
Ahora se trata de aparentar otra fórmula: un Churchill, o quizá un Adenauer, o un De Gasperi, o un González redivivo. Bueno, no, González no que parece que no le quiere ver ni en pintura. Se me ocurre que los directores de esta campaña, que no es la de las Ardenas, pero se le parece, van a tener serios problemas. En prer lugar el lenguaje vago, la inanidad del discurso de Zapatero, esas palabras que no pesan, como si estuvieran vacías. Y después, pero más tante, la tozuda realidad, que se empeña en recordarle que tiene media legislatura fracasada, y la otra mitad en el horno del tribunal constitucional.
