Decíamos ayer algunas cosas sobre los linchamientos. Horas después Magdalena Álvarez pedía que no se queme a nadie en la plaza pública. Lo que en realidad quería decir, y me permitirá la inefable Magdalena que la interprete, es que una vez que ya han ardido en la plaza los que merecían ser incinerados, ya no se necesita ningún linchamiento nuevo; una vez que fueron elinados los que sobraban, conviene ya recoger las teas, las maderas, la gasolina y los cócteles Molotov, plegar las pancartas y marcharse a casa. Álvarez no habla de ella misma, estaría feo. Ella quiere que dejen de atacar a Zapatero, que no se merece la que le está cayendo. Este fin de semana tenía una carita el pobre como de no merecer este socavón, como si las fuerzas telúricas de la Cataluña profunda se hubieran aliado con él, como si la geología no entendiera de talantes, ni de súplicas, ni de alianzas. Hizo bien en ir a Barcelona, aunque Montilla diga que el presidente viajó él, sus presiones. Magdalena no quiere linchamientos, está de acuerdo conmigo, pero en su caso no se habla de hogueras en la plaza pública sino splemente de que dita, ya que es incapaz de arreglar esto, que si fuera capaz le pediríamos que lo hiciera.










