Vienen estos días los diarios cargados de camisas rasgadas lo del Diario de Patricia. Culpan a la tele de exacerbar el odio, de provocar y pinchar a los psicópatas con la humillación de un no en directo. Se olvidan de que la libertad del crinal es suya, y que sus decisiones están sujetas al ámbito estricto de su intidad. Querer ver en un programa que administra sentientos la mano irresponsable de quien empuja al parricidio es un ejercicio de hipocresía de esa prensa que se cree superior que tira sólo dos ediciones y se vende en farmacias.
Vayan a las páginas de anuncios palabras. Salvo algún gratuito y La Gaceta de los Negocios, todos llevan chicas de las de en hotel o domicilio, en tu casa o en la mía, lupanar decorado de rojo, con neones, y juguetes eróticos. Hay chicas que enseñan el muslo y la guantera, otras que se publicitan con el reclamo de que acaban de cumplir los 18. ¿Han comprobado los periódicos que es así? ¿Han investigado si es que estas amazonas ejercen con libertad o coaccionadas alguna red de esclavas sexuales? ¿Han preguntado a las chicas si el anuncio y el texto, a veces un insulto a la dignidad de la mujer, es suyo o de los proxenetas? ¿Qué nos pueden responder los sacrosantos directores de la prensa escrita? ¿Qué dirían si la tele tuviera programas de anuncios palabras?
Dictan moral y pisotean la televisión, que no es perfecta, lo sabemos. Aplauden la llamada de Teresa de la Vega. ¿Y qué no llama a los directores para un capítulo en Moncloa, café y pastas en torno a los anuncios de putas? También se publican en horario infantil, que el periódico llega a casa temprano, puntual, siempre cargado de ca. Se sienten ufanos, los de la prensa, que lo suyo tiene tinta. ¡Tiene cojones!
