Todo empezó en las costas de la bella California. Los hombres homosexuales lo tenían todo, belleza, músculos, nivel de vida, gusto la estética…y una enorme promiscuidad. Hasta que unas extrañas manchitas empezaron a decorar los cuellos de muchos de ellos. Era la señal de la maldición. El Síndrome de Kaposi, una especie de cáncer de piel relacionado con el Sida. Los investigadores del mundo, con el doctor Gallo, de Atlanta, a la cabeza, se lanzaron a una carrera contrarreloj tras descubrir ese rebelde retrovirus que, una vez aislado, mutaba tantas veces como posibles remedios se descubrían. En la década de los ochenta, el Sida empezó a matar a los homosexuales, a los heroinómanos que compartían jeringas, a los hemofílicos, transfusión contaminada, y una cuarta h, a los haitianos. Era la plaga de los malditos. Muchos artistas y figuras mundiales murieron. Tener Sida era sinóno de sentencia de muerte y de vergüenza. Consecuencia de ello, las costumbres en la comunidad gay internacional cambiaron. Se hizo campaña y el llamado sexo seguro se puso de moda, con lo que se redujeron extraordinariamente los contagios.
Sin embargo, en la década de los noventa, el Sida expandió su campo de contaminación y de las cuatro h, pasó a una quinta, los heterosexuales, y la plaga dejó de serlo para convertirse en una epidemia mundial que se cebó en la población africana. Las mujeres entraron en las estadísticas. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en vísperas de la conmemoración del Día Mundial, cifra en 40 millones las personas infectadas. De las que ahora, las mayorías empiezan a ser mujeres y dos millones son niños. Hoy, ONUSIDA y la comunidad científica internacional alertan de la expansión del virus entre la población joven que, ya relajada, no toma las medidas de seguridad convenientes. Los datos muestran este cambio de tendencia. El 50% de los contagios es vía heterosexual y en población juvenil.
Manifestaciones a favor del apoyo a las víctas, a desmitificar la enfermedad y garantizar la confidencialidad, serán llevadas a cabo, este fin de semana, todas las ciudades españolas y las europeas. La OMS alerta también a España para que haga un esfuerzo colectivo, y deje de ser el único país, junto a Italia, de los 52 que constituyen la región europea, que no dispone de unas cifras nacionales de nuevos diagnósticos. En sólo quince años, la enfermedad se ha llevado en nuestro país a más de 55.000 personas. Y fuentes del Plan Nacional sobre el Sida mantienen que tenemos entre 120.000 y 150.000 personas infectadas. La buena noticia es que es la misma cifra que hace una década.