Salvos, pero no sanos, llegamos los 25 integrantes (entre periodistas y trabajadores de Novartis) al Aeropuerto de Barajas. El fin del viaje, que comenzó en el mismo lugar, tan sólo cinco días antes, nos devolvió la alegría y el buen humor. Atrás quedaban 113 horas, 10 de ellas en avión y tropecientas atrapados en un incómodo jeep, que sólo paraba cada cierto tiempo con el fin de que pudiéramos ir a los aseos, es decir, árboles, arbustos e incluso termiteros que protegían más o menos de miradas indiscretas.
Catorce fueron los que demostraron tener más posibilidades para la supervivencia y once los que "caímos" la causa. Afortunadamente, todas las bajas se concentraron en el mismo día, el últo, lo que posibilitó que el viaje transcurriera con normalidad, aunque no exento de anécdotas…
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Llegada al Aeropuerto de Dakar y tras una espera más que considerable (en Senegal se toman la vida con bastante calma) traslado en minibús al Hotel. Nosotros sentados y nuestras maletas haciendo equilibrios en la baca, donde se hallaban campando a sus anchas sin ningún tipo de sujeción. Cada frenazo hacía prever que al menos uno, se quedaría sin equipaje. Pero la suerte nos sonrió.
Una noche en la que casi todos consiguieron descansar y coger fuerzas para lo que les esperaba…
Día 2:
Desayuno en una terraza con espléndidas vistas y charla anada a pesar de las horas, 8.30 de la mañana. Durante la espera para subir a los jeeps, prer incidente. Veinticinco personas y tan sólo veinticuatro pasates. Uno desapareció "misteriosamente" de la mochila de un integrante del equipo Novartis, que tuvo que pasarse la mañana en el Consulado, junto a la Directora de Comunicación Interna de la compañía, para lograr solucionar el previsto. Entre los dos y con la ayuda de nuestro eficiente guía, consiguieron su objetivo: un "papelito" que le sirvió para viajar sin demasiados problemas.
Y mientras ellos se peleaban con la burocracia senegalesa, los demás visitamos la isla de Gorée, donde llevaban a los esclavos que posteriormente vendían y embarcaban hacia Europa o América. Declarada Patronio de la Humanidad, hasta 1807 fue una isla sin retorno y sin posibilidad de escapar para muchos miles de hombres, mujeres y niños.
Comida y compras en la isla. Algunos vendedores hicieron su agosto, en diciembre, gracias al ataque de consumismo compulsivo de varios compañeros y a su escaso don para el regateo. Vuelta a Dakar y otra de jeeps para llegar hasta Thies. Un camino de unos 80 km que tardamos en recorrer unas 3 horas. Cabras, ovejas, cabrones (con perdón), caros, cientos de vendedores ofreciendo desde cacahuetes hasta ¡cargadores de móvil para el mechero del coche!!! pasando vestidos, pañuelos, collares, pulseras y demás abalorios, todo ello sazonado con un olor específico que tardaremos en olvidar.
Llegada al hotel Rex y a pesar de la reserva previa, menos habitaciones de las necesarias. Un pequeño grupo tiene que buscar otro alojamiento. Prer intento, fallido. Un inhóspito lugar, en el que algunas estancias tenían como único mobiliario un colchón apoyado en una pared. Vuelta al Rex y segundo intento, esta vez con algo más de éxito. Porque si bien no tenía agua (ni fría, ni caliente), contaba con un baño común, y un altavoz el que se retransmitían a todo volumen los rezos correspondientes (¡desde las 5 de la mañana!), al menos había una cama y un colchón. Todo un lujo dadas las circunstancias…
Cena de toda la expedición con los cooperantes, juntos pero no revueltos. Excepto unos pocos a los que agradecemos su deferencia, los demás no dejaron de dirigirse a nosotros en catalán, pese a los múltiples intentos de la Directora de Comunicación de Novartis. Un poco de mal rollo, que se fue acrecentando con el paso de los días.
Habitaciones compartidas (pero no mixtas) y noches cortas. Charlas hasta tarde y madrugones hicieron mella en más de uno…
Día 3:
Por la mañana un frugal desayuno y puesta en marcha. Unos en jeeps y los más aventureros observando Thies desde las alturas, subidos a los camiones. El más internauta del grupo, en el hotel, tan inmerso en el ciberespacio que se quedó en tierra. Aunque hombre aventurero donde los haya, consiguió reunirse con el grupo justo a tiempo para ver la prera descarga de los camiones solidarios en un dispensario que atiende a los niños y niñas de la calle.
Vuelta a los jeeps. Destino, la periferia de Dakar y uno de sus barrios más depridos: Sam Sam. Niños sonrientes con las manos tendidas y la mirada esperanzada.
Visita al Centro de Promoción Femenina Kalasans, en el que Regina, una monja leonesa supervisa un programa educativo para jóvenes, en el que se combina la formación profesional en corte y confección con materias elementales, como lengua o cálculo. Una otunidad para que las mujeres consigan algo de independencia en un país de mayoría musulmana.
Baile de bienvenida, al que se apuntaron gustosas algunas de las chicas de nuestro grupo e incluso algún caballero, agradecientos a la ayuda de Cataluña y comida preparada las jóvenes del centro, la más rica que probamos en el viaje. Compra de vestidos, camisas, pañuelos y demás artículos confeccionados las alumnas del Centro.
A unos pocos metros, espectáculo con mucho ritmo en un colegio cercano, preparado con mucha ilusión niños y profesores. Aplausos y ¿adivináis? ¡Otra vez a los jeeps! Esta vez para llegar a la maternidad de Pouponniére de las hermanas franciscanas. Después, regreso a Thies, el mismo infernal camino de cabras, ovejas, cabrones…
En un día y medio conseguos batir todos los records de paciencia y recorros cuatro veces (dos de ida y dos de vuelta) los 80 terribles kilómetros que separan Dakar de Thies. Vuelta al hotel Rex, donde los Vip tuvos hasta un chorrito de agua fría en la habitación.
Lo mejor, la cena. Embutido, queso, aceitunas, pepinillos, cortesía de los cooperantes y cerveza (recordemos que en sitios como Senegal no es recomendable el agua). Otra noche con compañero de habitación y sábana saco (¡bendito invento!).
Día 4:
Despertar con rezos incluidos y desayuno. Largas horas en los jeeps que dieron para conversaciones profundas, charlas triviales, cotilleos varios y hasta chistes. Dolor coral intenso provocado los baches del camino que nos llevó a la frontera con Gambia. Los conductores (que debieron habernos confundido con un grupo del ParisDakar) nos dieron una lección de cómo infringir todas las normas de tráfico y no morir en el intento. Adelantamientos la izquierda, la derecha, o donde se podía y carreras con piques absurdos que hicieron que a más de uno se le desbocara el corazón…
Tras casi seis horas de viaje y existencias de líquido elemento agotadas, en la frontera con Gambia, unos refrescos que la Dircom de Novartis hizo aparecer arte de magia, llevó a más de uno a pensar que se trataba de un espejismo. Por fortuna, fue real. Nunca una coca cola nos había sabido tan rica…
Paso de la frontera con alguna dificultad y llegada al AFRPC General Hospital, en la ciudad de Farafeni. Bienvenida de las autoridades (Aprovechamos para proponeros una Adivinanza: ¿a qué ser, no le llegaban los pies al suelo, sentado en la silla presidencial?) y descarga de cajas.
Comida en cuatro platos tamaño paellera y agua. Dadas las tardías horas y el largo viaje que quedaba delante, muchos optamos volver sin visitar el hospital. También hubo quien quiso quedarse, lo que provocó cierto roce verbal entre dos veteranos periodistas. Al final, reinó el sentido común y la expedición se dividió en dos grupos.
De nuevo paso de frontera y largo trayecto hasta el Hotel Boungainvilliers, en la localidad de Mbour, Saly. Llegamos tarde, hambrientos y cansados, pero la ducha de agua caliente (esta vez todos teníamos una), la cena y las confortables camas, nos anaron a dar una vuelta los bares y discotecas de la turística zona y ver en vivo y en directo el famoso baile del "ventilador" (que cada uno le eche aginación…)
Día 5:
Al día siguiente, durante el desayuno, preras bajas. Varios compañeros han pasado mala noche y se han quedado en la habitación sin poder disfrutar ni de la playa ni de la piscina. En la comida, quizás aquello de que era el últo día, muchos nos olvidamos de las advertencias de no comas eso, no bebas aquello y eso nos pasó factura.
Regreso a Dakar, como no, la ya famosa carretera con cabras, ovejas, cabrones… un par de horas para compras y cena en el hotel Sofitel, aunque a alguno, sólo oír hablar de comida, le provocaba náuseas…
Salida hacia el Aeropuerto, paso los controles (mucho menos estrictos con los líquidos, cinturones, móviles…) Para sorpresa de todos, desde el embarque hasta el despegue, tardamos más de una hora, que resultó tener una explicación lógica. Sólo había un autobús que llevaba desde la terminal hasta la puerta del avión. Recogía pasajeros, los llevaba al avión, y volvía recoger más. Así hasta cuatro veces.
Vuelo de cinco horas, en el que la mayoría caímos rendidos y fin llegada a Barajas, donde el áno del grupo se metamorfoseó en segundos. Bromas sobre un posible sabotaje de los víveres un viejo pirata y canciones a ritmo de instrumentos senegaleses (que muchos habían comprado como suvenir), hicieron más anada la despedida. Unos habíamos llegado, a otros les separaba un puente aéreo de sus anhelados hogares. Y es que no hay nada mejor, que regresar a casa.
Seguiremos Informando… aunque no desde Senegal









